IMPULSO/Ernesto Salayandía García
Inmadurez emocional, cáncer social
Del amor al odio
He escrito muchas veces una de mis frases: “Yo soy el príncipe que se convirtió en sapo” narrando así mi pésima actitud ante mi relación de pareja, nutrida de soberbia, arrogancia, prepotencia, un tipo déspota, macho típico mexicano, celoso empedernido, en fin, durante estos casi 18 años de escribir mi columna semana a semana, he hablado de mí y ahora, en reflejo, quiero hablar de las emociones de cómo como sociedad nos hacemos daño, un tremendo daño debido al mal manejo emocional y expreso.
Mis razonamientos del por qué muere el amor, porque se extermina una relación de pareja, que nace del amor y terminan en una guerra que dura o puede durar toda la vida, he visto tanto odio en ex marido y mujer, odio que jamás se puede plasmar en otros conflictos, he aprendido, que una de las claves de la vida, es vivirla en armonía, vivirla con calidad y calidez, aplicar, el vivir y el dejar vivir.
El aprender a no meterme en lo que no me importa, se, ahora que si hay algo difícil, es sin duda la relación de pareja y es un verdadero arte llevar la fiesta en paz, mantener un buen equilibrio emocional en la convivencia y en la comunicación, es un arte, lograr que el amor, la admiración, los pequeños y grandes detalles perduren, lo más fácil, es ser un mecha corta, y tronar como espárrago ante la más mínima provocación, yo carecí de sensatez, de prudencia, más de madurez, me falto mucha madurez, carecí de sano juicio, fui infantil, mediocre, egocéntrico, orgulloso y forme un pésimo concepto de mí mismo.
No sabe un bledo de emociones, ni nada de estos temas que hoy me permiten disfrutar de una compañera, de amarla, conquistarla respetarla, admirarla, una mujer, con la que he vivido, los últimos 25 años y voy por mas y comprendo, que después de la tempestad, viene la calma y como diría mi abuelo, Don Enrique García Mares. Pa que tanto brinco, estando el suelo tan parejo. La primera vez que me case a los 19 años fracase.
Adictos a sufrir
Muchas esposas se hace adictas al adicto, la codependencia, que también es una enfermedad, como el alcoholismo, progresiva, incurable, mortal, contagiosa, es uno de los primeros sellos de una relación enferma, toxica, de igual manera las mamas de los adictos se hacen adictas al sufrimiento, sus egos se ven severamente lesionados, como el ego del control, también el ego de la manipulación o el ego se salirse con la suya.
El ego de la autoridad y tantos egos ponchados que la codependencia se llena de frustración, acumula una gran cantidad de ira que la expulsa fastidiando a su adicto, contantemente esa agrediendo, ridiculizando, humillando, retando y al final de cuentas, el adicto se convierte en una fiera, muy brava que habrá de actuar, siempre a la defensiva, así como se da la decadencia de un matrimonio.
También, la comunicación entre madre e hijo adicto, o esposa de un borracho, se extermina, en ambos casos, es por el pésimo manejo de las emociones y el adicto, en lugar de salir del hoyo, cada día se hunde más y más en la compulsión, tal parece, como si disfrutara ver a su maman volverse loca o a su esposa llenarse de impotencia y frustración, porque nada de nada les resulta.
El borracho endeble, el tipo mediocre, permite que lo mangoneen, que lo agarren de títere y cuando quiere dejar el jueguito, no puede, la mayoría de las veces sale perdiendo debido a que no sabe manejar sus emociones, mientras que el otro bando, esposa e hijos, se hacen expertos en estos temas, muchos endebles, recaen, se justifican, debido a resentimientos y prietos familiares.
Una pésima escuela emocional
La gran mayoría de nosotros somos alumnos cautivos dentro de una escuela emocional donde nuestros padres y hermanos nos dan cátedra de neurosis, somos testigos presenciales de la violencia doméstica y se nos involucra en los pleitos de celos.