IMPULSO/ Ernesto Salayandia Garcia
Flor sin aroma
El quehacer reporteril
Tuve la oportunidad de revivir gratos recuerdos de mi adolescencia, allá por los 70s… Si, ya sé que ya llovió, pero sin duda, recordar es vivir. Mis rumbos eran la Alameda Central, Avenida Juárez, Balderas, San Cosme, Reforma, Insurgentes y el zócalo de la Ciudad de México. Recorría un buen número de calles, en aquella época, las agencias de noticias como Francés Press, Prensa Latina, UPI, Informex, Notimex y ANPE no tenían tanta tecnología como ahora y yo iba a cada una de las agencias por los rollos de noticias que imprimían los teletipos y los telex para que ANPE, de manera resumida y redactada especialmente, enviara a sus abonados las noticias al momento.
Yo era el mensajero en jefe a los 12 años de edad; ANPE fue la primera agencia nacional en usar microondas y era de mi padre, el distinguido periodista don Domingo Salayandia Nájera, quien, entre muchas hazañas, logró colocar un monumento del general Francisco Villa en la ciudad de Tucson, Arizona. Como se sabe, Villa ha sido el único ser humano en invadir los Estados Unidos de Norteamérica, en paz descanse.
Para mí, era muy feliz andar de un lugar a otro, caminado rumbo a las Tortas Robles, propiedad de un distinguido y amistoso fotógrafo: Robles, eran muy famosas sus tortas de quesillo con aguacate, las de jamón con frijoles y una gran variedad, igual las Tortas Armando con las de pierna, la especialidad de la casa, a un lado del cine Metropolitano.
Mis recorridos eran a las agencias de noticias, a los puestos de periódicos a comprar los vespertinos y meridianos, así iba con frecuencia a satisfacer las necesidades del cuerpo de reporteros que todas las tardes me mandaban por las frescas, que escondían en los cajones y cubrían con una cuartilla, las frescas, eran las recates.
Aprendí a usar el telex y redactar, igual que ahora, con mis dos deditos, me gané la simpatía de los reporteros; todas las tardes, me sentía entre pandilla, entre amigos y, poco a poco, me enseñaron con el tiempo a reportear, unas veces me iba con Luís Rosales a cubrir las policíacas, junto con mi amigo Benjamín Reyes, que ahora vive en Cuauhtémoc Chihuahua, también con Rosa María Ramírez Vientre, quien me guiaba en los deportes, allí tuve la fortuna de conocer a don Mario Vázquez Raña y muy chavo me fui a Monterrey a cubrir un Campeonato Mundial de Voleibol, por supuesto que conocí a José Núñez Ramos, Agusto Cabrera, Daniel Flores Meneses y otros.
De igual suerte, me iba a los eventos del Presidente de la Republica, estuve en muchos actos del licenciado Luís Echeverría Álvarez y de allí para el real, anduve igual en actos de López Portillo, de Miguel de la Madrid y algunos de Carlos Salinas de Gortari, tuve la oportunidad de entrevistar a muchos políticos de alto rango, entreviste a Juan Gabriel por más de una hora, hará cosa de 35 años. Aprendí el oficio de reportero, siempre me ha llenado de pasión, fui el Director General del periódico Diario, el Heraldo de Toluca.
Recordar es vivir
ANPE se localizaba en el edificio Aztlán, fue el primero en caer, al mismo tiempo que cayó el de la Universidad Ibero, luego vinieron los sismos del 85 y, entre otros, cayó el Hotel Regis, donde muchas veces estuve con mi padre escuchando sus planes, sus sueños y sus pláticas con grandes hombres y mujeres como con don Manuel Bernardo Aguirre, distinguido político mexicano que fue gobernador del Estado de Chihuahua, México, entre otros muchos cargos más.
En ANPE, eran más de diez reporteros, la mayoría hombres, y allí, a los doce y trece años de edad, comencé a echarme un par de frescas, cervezas bien frías por las tardes, luego, un poco mayor, ya entraba a las cantinas de la zona del periodismo llamado nacional, a La Mundial, El Negrezco, El Belmont, La Sevillana, El Mirador y muchos refugios de reporteros. [email protected]
Dato
Todo esto vino a mi memoria debido a que esta semana fui invitado a compartir y a presentar mi libro La saliva del Diablo en el Club de Periodistas de México PRIMERA PLANA. [email protected]