IMPULSO/ Ernesto Salayandía García
La danza de los egos
La ignorancia por delante
Se me dijo que ésta es una enfermedad incurable, es de por vida, cruel y es contagiosa, por supuesto que no entendí, ni les hice caso, es, me señalaron, una enfermedad mental, física porque el cuerpo pide, exige alcohol y sustancias toxicas, y es mental por el pensamiento obsesivo de la autodestrucción, la negación y la conmiseración.
Tu enfermedad, me informaron, es desvastadora, te va a robar familia, trabajo, salud, tiempo, dignidad y tampoco quise hacerles caso, tuve que volverme loco, tuve que tocar fondos severos, crudos y prácticamente perderlo todo, muerto en vida, atrapado sin salida fue el resultado de todo ese exceso de alcohol y drogas.
De todas esas conductas toxicas comandadas por mi soberbia, llegue a un centro de rehabilitación, un anexo, pesando menos de 50 kilos, flaco, ojeroso y sin ilusiones, como dice la canción y la otra también.
Fui de todo y sin medida, llegue hundido en depresión, dañado profundamente de mis huesos por la cocaína, con los estragos amargos y dolores de cabeza por la morfina sintética que me inyectaba mañana tarde y noche, por supuesto, con pérdidas económicas, morales y de imagen, habiendo dañado cobardemente a mis seres queridos, todo lo que me dijeron esos tres alcohólicos anónimos que fueron a mi casa.
Se cumplió como si fueran voces de profeta; en las garras de La Saliva del Diablo, de esta enfermedad que no le deseo a nadie, ni a mi peor enemigo, primero porque no tengo y, segundo, porque la enfermedad es una maldición.
Un borracho como yo es sordo, mudo, ciego y soberbio
Cuando tengo la oportunidad de visitar las escuelas, tarea que disfruto a lo grande, les describo a los niños y jóvenes, lo que es una bola de cristal, hablando de mí, narro de mis antecedentes genéticos, de esa sangre alcohólica y neurótica, luego, les platico, como empecé a fumar, buscando sentirme grande y a los 13 años, yo ya cargaba mi cajetilla de cigarros.
Comencé a beber cerveza a los doce y experimente mis primeras borracheras desde muy niño, primero, como diversión, como sentirme superior, diferente, más grande, también por gusto, ese gusto a la sensación y al placer, pero no me di cuenta de que manera el alcohol se fue posesionando de mi cuerpo, de mi interior, no me di cuenta, como el abuso en mi manera de fumar, acrecentó mis niveles de ansiedad y mi carrera alcohólica fue progresiva de una manera acelerada e impresionante.
La cerveza es una droga.- Todo lo que entra a tu cuerpo y transforma tu Sistema Central Nervioso, altera tus emociones, se llama droga, luego, los invito a levantar la mano y es increíble ver las pocas manos que no se alzan cuando les pregunto. Quien conoce a una persona que consuma de una o dos caguamas al día.
Muchos niños lloran cuando me escuchan, se espejean, viven en el infierno en un hogar disfuncional, ven a un padre alcohólico y repiten los nefastos patrones de conducta, yo no tuve ese ejemplo, mi padre fue un hombre ejemplar, muy trabajador, creativo, apegado a la familia, no fue como yo que me quedaba dormido todos los domingos, él nos llevaba a infinidad de lados a convivir en familia sanamente.
Sí que es compleja mi enfermedad
Yo no podía entender la magnitud de esta enfermedad, la mía, que es una enfermedad perra, perversa del alma, no es solo tapar la botella, la complejidad de mis males son los defectos de carácter, los patrones de conducta comandados por el comandante en jefe que es mi soberbia, en mi libro de Ayer y Hoy, en el capítulo de mi vida ingobernable, encontré más de 400 defectos de carácter y alguien me dijo, que los defectos no se quitan, que basta con reconocer los 7 pecados capitales para más o menos llevar una vida útil y feliz. Esos pecados, como son; la soberbia, la gula, ira, la pereza, la envidia, orgullo, avaricia. Me dijo con eso basta.