IMPULSO/Agencia SUN
Florida
“A mí me abusaron en un centro de detención en Texas”, cuenta a EL UNIVERSAL Rosa, una inmigrante indocumentada originaria de Honduras que prefiere mantener su verdadero nombre en el anonimato.
“Crucé por Arizona, un lugar que se llama Altar —en Sonora—; llevábamos dos días caminando por el desierto rumbo a Phoenix —Arizona—, pero nos descubrieron —la Patrulla Fronteriza— y nos detuvieron”, describe esta mujer que cruzó cuando tenía 16 años (hoy tiene 26).
“Viajé sola, dejé una hermana y un hermano más chicos que yo y a mi mamá. Vine a buscar a mi papá, pero me detuvieron y donde estuve —en el centro de detención— me fue mal”, dice triste. Rosa fue llevada a Texas; ahí la ficharon y la internaron. “Uno de los guardias se me quedaba viendo y me miraba raro, él y otra mujer —guardia— me llevaron a un área donde había puras mujeres y me enseñaron la cama en la que iba a dormir. Como a la semana de estar ahí, una noche sentí que alguien me estaba tocando, me desperté y era el guardia acariciando mis pechos; me dio mucho miedo, quitó su mano y me dijo algo en inglés que no entendí, en voz baja, y se fue”, describe.
“Lo que no me hicieron en el viaje desde Honduras y por México me lo hicieron aquí. No quería decir nada porque tenía miedo, lo que quería era salir para buscar a mi papá. Volvió a suceder como tres o cuatro veces más y la última vez también me tocó abajo, entre mis piernas y entonces le dije a una señora que iba a platicar con nosotras y que estaba buscando parientes de nosotras para ponernos con alguno. Sólo me preguntó si alguien más sabía y al poco tiempo localizaron a una tía mía y ella fue a buscarme y me dejaron salir, pero no le volví a decir a nadie; hasta ahora que lo estoy platicando, pero no quiero demandar ni nada, sólo quiero poder arreglar —los papeles—”, prosigue.
El caso de Rosa es uno más de los no registrados en las estadísticas de abusos contra menores en centros de detención para migrantes. Algunos especialistas han señalado que los casos no denunciados podrían sumar más que las estadísticas existentes.
Según la Organización de Iniciativas Comunitarias para los Migrantes en Confinamiento (CIVIC, por sus siglas en inglés), la Oficina del Visitador General de EU recibió, entre enero de 2010 y junio de 2016, más de 36 mil quejas contra oficiales federales por daños físicos y acosos sexuales, de los cuales 44% corresponderían al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), lo que representa más de 15 mil quejas.
Por su parte, la Patrulla Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) recibió más de 10 mil. Desafortunadamente, dicen agrupaciones proinmigrantes, la gran mayoría no son atendidas debidamente; en la actualidad señalan que sólo a casi 300 se les ha dado seguimiento y eso gracias a una petición de CIVIC, con base en la ley de transparencia.
“Cumplí 10 años en EU, pero no he podido arreglar —los papeles para legalizar su situación—”, dice Rosa un poco desanimada. Ella vive con su padre en Homestead, Florida. “Me habían dicho que si denunciaba podía obtener una visa porque sufrí violencia sexual, pero como están las cosas con este presidente —Donald Trump— mejor me sigo esperando y, total, mejor me caso y tengo hijos nacidos aquí; escuché la otra vez a un abogado decir que personas con 10 años en el país y con hijos de aquí pueden conseguir papeles, pero creo que no todos”, comenta.
“Después de que mi tía fue por mí, le hablamos a mi papá; yo tenía su número y como después de un mes mandó dinero, me fui a alcanzarlo y ahora vivimos en Florida”.
De acuerdo con un estudio reciente del diario “The Washington Post”, en los últimos cuatro años se han registrado más de mil 300 casos de abusos sexuales a migrantes mujeres en centros de detención por parte de agentes del ICE; la mayoría no están siendo investigados.
Algunos de los casos más recientes, que pudieron o tuvieron que ser atendidos, se refieren a una denuncia a la policía que hizo la administración del centro de detención para menores migrantes en Phoenix, Arizona, resultado de la denuncia de una interna de 16 años, quien señaló a un custodio como responsable de haber besado y manoseado en sus partes íntimas a su compañera de cuarto de 14 años el pasado 27 de junio. La policía de Phoenix detuvo a Fernando Magaz Negrete, de 32 años y custodio de dicho centro, quien ahora enfrenta cargos muy delicados.
Otra demanda alude al caso de una migrante quien una noche se dirigió al baño; tras ella ingresó un custodio que la atemorizó y amenazó, la obligó a quitarse la ropa, al tiempo que él mismo se quitaba la suya y la violó.
Laura Monterroza, salvadoreña y quien estuvo recluida en un centro de detención en Texas, trató de suicidarse después de que fue torturada sicológica y emocionalmente por agentes del ICE, porque había denunciado por abuso sexual a un compañero custodio.
Son varios los reportes de abusos sexuales a migrantes en los centros de detención de todo EU, que han sido presentados por instituciones de mucho prestigio como CIVIC, la revista “The Intercept”, el “Post”, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) y varias más. En estos reportes también se muestran declaraciones de cientos de migrantes detenidos, mujeres y hombres, que denuncian que simplemente las revisiones rutinarias se convierten en auténticos manoseos y tocamientos indebidos y que muchas veces agentes les susurran al oído propuestas indecorosas.
“En donde estaba —detenida— escuchábamos algunas cosas que también les pasaron a otras y la mayoría de las veces sucedía en el cuarto donde una duerme, en los baños o la enfermería”, relata Rosa. “Es muy difícil atreverse a hacer una denuncia, somos muy jóvenes, estamos muy asustadas, se siente muchísimo miedo, te paralizas. Lo triste es que a ellos —los custodios abusadores— casi nunca les hacen nada”.