IMPULSO/Agencia SUN
Ciudad de México
La llaman la “gran viajera”, su travesía inicia desde el sur de Canadá y norte de Estados Unidos, atravesando los Grandes Lagos, las Rocallosas y la mitad de nuestro territorio para que —después de casi cuatro kilómetros de vuelo— la mariposa monarca pueda descansar en los bosques de oyamel que cubren la Reserva de la Biósfera, ubicada entre los límites de Michoacán y el Estado de México.
La temporada oficial para visitar la gran migración de mariposas monarca inicia en noviembre. Los santuarios principales son Sierra Chincua (Angangueo) y El Rosario (Ocampo), el más grande todos, ambos concentrados en tierras michoacanas.
Dentro de los santuarios y en los alrededores, hoteles y pequeñas comunidades se organizan para acercar a los visitantes a los núcleos, donde los primeros meses se les verá colgados de las ramas a manera de racimos para protegerse de las bajas temperaturas. A partir de febrero y hasta marzo, es cuando se las puede ver volar, principalmente al mediodía.
Si tienes la intención de ir a contemplar este fenómeno único en el mundo, existe un código de turista responsable que exige silencio porque se altera el descanso de las mariposas. Tampoco está permitido atraparlas o pisarlas, pues muchas bajan para extender sus alas al sol.
Ni por equivocación, los visitantes pueden acercarse a menos de 50 metros de los núcleos, que están acordonados. El tiempo de permanencia es de 18 minutos.
Hay muchas actividades que la gente puede realizar dentro de los santuarios y en los alrededores de la Reserva de la Biósfera de la Mariposa Monarca, por ejemplo, el rapel en paredes naturales y caminatas.