Diciembre 25, 2024
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A la mitad del foro

IMPULSO/León García Soler
Sálvese quien pueda

A golpe de “hechos alternativos”, dejamos atrás las historias de naufragios, crisis recurrentes y la clara advertencia de los riesgos de la opacidad y la penumbra. Ya no digamos de la oscuridad: “El que no quiera ver fantasmas, que no salga de noche”, decían los veteranos en artilugios palaciegos y auténticos peligros de la política de enfrentamientos retóricos y a balazos. Lo único que sobrevivió al vuelco finisecular fueron las maromas y la prisa por abandonar el barco al retumbar el primer trueno.

Nos hundíamos aceleradamente y crecía exponencialmente la pobreza de la mayoría de la población. Pero los expertos en finanzas de la era ITAM, discípulos sin disimulo y sin el talento de Pedro Aspe, pregonaban que nuestra era la salvación y el gozo de la estabilidad. La parálisis como sinónimo de desarrollo y los elogios del FMI, los bancos y calificadoras del dogma neoconservador llovían sobre mojado hasta desbordar el orgullo nacional por disponer de expertos como Agustín Carstens, producto paradójico de la banca central, instaurada por la revolución constitucionalista triunfante. Pero la percepción cedió a la terca realidad y Carstens anunció que se iba a Suiza y allí nos dejaba en los albores de la era Trump.

A esos truenos siguió la tormenta en la que estuvieron a punto de ahogarse los navegantes del nuevo milagro mexicano. El Secretario de Hacienda, “vicepresidente” decían los más esperanzados en alcanzar la olla de oro al final del arcoíris, logró que en Los Pinos se diera recepción de jefe de Estado al candidato Donald Trump y que la percepción de peligro estallara en crisis aterradora, desprestigio y caída de todo signo de popularidad de su jefe, el individuo en quien se deposita el Poder Ejecutivo de la Unión. Enrique Peña Nieto dio refugio a Luis Videgaray y designó secretario de Hacienda a José Antonio Meade Kuribreña, graduado del ITAM que desempeñó el mismo cargo en el segundo sexenio de la docena trágica panista.

No pasa nada, Trump es inquilino de la Casa Blanca y Videgaray es secretario de Relaciones Exteriores, a cargo de descifrar las impredecibles relaciones con Washington, donde hay escándalos cotidianos y signos de rebelión en el Partido Republicano, mayoría en ambas cámaras y desconcierto compaido ante la ineficiencia del señor de la Torre Trump y los tuits de madrugada.

El señor Carstens todavía no se va a Suiza, y mientras Videgaray es orador oficial del anhelado retorno a la estabilidad, Meade Kuribreña anuncia proyectos de Asociación Público Privada por miles de millones de pesos. No se han desplomado las remesas de dólares enviadas por nuestros compatriotas perseguidos al otro lado del Bravo: percepción de percepciones.

Porque ha vuelto la amenaza inflacionaria sin espirales incontenibles, pero dura realidad en el aumento del costo de la vida de la clase media proletarizada.

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