El investigador Joel Santos inició el ciclo de videoconferencias organizado por el Centro INAH Sinaloa, a propósito de su 25° aniversario
IMPULSO/Redacción
En pleno siglo XXI, Sinaloa preserva gran parte de su pasado bajo tierra, sin embargo, en las últimas décadas se ha avanzado en la caracterización de varios sitios prehispánicos e históricos, brindando así un panorama de su devenir, algo prácticamente desconocido hace un siglo cuando iniciaron los estudios arqueológicos en la región, sostuvo el arqueólogo Joel Santos Ramírez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El investigador inició el ciclo de videoconferencias organizado por el Centro INAH Sinaloa, a propósito de su 25° aniversario, con un recuento sobre los trabajos arqueológicos en el estado. Tales labores despuntaron, propiamente, en el siglo XX, pues la interpretación de fuentes documentales y una publicación de 1894 sobre los petrograbados de Las labradas, escrita por el irlandés O. H. Howarth, constituían hasta entonces las únicas referencias a su pasado.
Un breve artículo de Alfonso Toro, en los Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, fechado en 1925, representa el primer testimonio de una excavación en territorio sinaloense.
En él, quien fuera director de ese recinto, relata que con motivo de la construcción del Canal Rosales, en la costa de Culiacán, se encontraron restos arqueológicos, “tales como vasos, ollas de barro conteniendo huesos humanos, etc.”.
Los vacíos de la arqueología en Sinaloa, solo podrán llenarse con estudios sistemáticos que, además, requieren de la precisión que otorgan las nuevas tecnologías, herramientas que se han integrado en lo posible.
Hallazgos como los del sitio La Flor del Océano, en la desembocadura del arroyo Chicayota (al norte de Mazatlán), encontraron 60 puntas de proyectil las cuales, con más de 4,000 años de antigüedad, representan las evidencias más antiguas de presencia humana en la región.