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Debemos tener cuidado de no hacer del intelecto nuestro Dios; por supuesto que tiene músculos poderosos, pero no tiene personalidad. – Albert Einstein
Basándose en esta afirmación, un reciente estudio internacional analizó a más de 500 líderes de negocios para descubrir por qué hay personas que tienen más éxito que otras, trabajando en lo mismo. ¿La clave? Personalidad (más que las afinidades culturales o las habilidades de trabajo).
El problema está en saber qué quiere decir “personalidad” en el ámbito de los negocios. La personalidad se compone de un conjunto estable de preferencias y tendencias a través del cual nos acercamos al mundo. Ser introvertido o extrovertido es un ejemplo importante de la personalidad. Los rasgos de personalidad se forman a una edad temprana y se fijan en los primeros años de la edad adulta. Muchas cosas importantes de ti cambian a lo largo de la vida, pero la personalidad es una excepción.
Pero la personalidad no es lo mismo ni que el intelecto, ni que la inteligencia emocional. Es esto lo que han malinterpretado estos líderes de negocios. Las cualidades que han llamado personalidad eran en realidad habilidades de inteligencia emocional, algo que cualquier persona puede incorporar en su vida. Estas son las habilidades que etiquetaron mal como características de personalidad (siendo signos de inteligencia emocional):
No están preocupados por la recompensa. Una cosa que nunca dice un buen empleado es: “Ese no es mi trabajo”. Los empleados más exitosos son aquellos que trabajan más allá de la descripción de sus trabajos, en lugar de estar esperando reconocimiento.
Toleran el conflicto. Ni buscan situaciones conflictivas, ni huyen del conflicto. Son capaces de mantener su compostura mientras exponen su postura con calma y lógica. Son capaces de resistir a los ataques personales.
Se centran en lo importante. A los alumnos pilotos se les suele decir: “Cuando las cosas empiezan a ir mal, no te olvides de pilotar el avión”. Los mejores empleados no se distraen con los clientes de mal humor o las quejas entre oficinas. Saben diferenciar entre los problemas reales y el ruido de fondo.
Tienen coraje. Están dispuestos a hablar cuando otros no lo están, ya sea porque se trate de una cuestión complicada o para impugnar una decisión ejecutiva. Piensan antes de hablar y eligen sabiamente el mejor momento para hacerlo.
Tienen su ego bajo control. Nunca dan a sus egos más peso del que se merecen. Están dispuestos a admitir cuando se equivocan y dispuestos a hacer cosas de otra manera, ya sea porque es mejor o porque es importante para mantener la armonía del equipo.
Nunca están satisfechos. Tienen la convicción de que las cosas siempre pueden ser mejores. No importa lo bien que vayan las cosas, siempre se puede mejorar.
Reconocen cuando las cosas están rotas y las arreglan. No pasan los problemas por alto, sino que buscan ponerle remedio de inmediato.
Son responsables. “No es mi culpa” es la frase más irritante que se puede escuchar en una oficina. Los empleados más exitosos son dueños de su trabajo, de sus decisiones y de todos su resultados, sean buenos o malos.
Son agradables. Son queridos por todos los compañeros de trabajo. Tienen habilidades de integridad y de liderazgo (incluso si no están en una posición oficial de liderazgo). Externamente, son personas en las que se pueden confiar para representar a la empresa.
Neutralizan a la gente tóxica. Tratar con personas difíciles es frustrante y agotador para la mayoría. Los empleados exitosos controlan sus interacciones con personas tóxicas al mantener sus sentimientos bajo control. Saben identificar sus propias emociones y no permiten que la ira o las frustración alimente el caos.
Fuente: weforum.org
Inteligencia Emocional
Con la colaboración de Forbes.es
Autora: Jimena Azinovic escribe para Forbes.es
Imagen: REUTERS/Carlos Barria