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Textos con pátina

IMPULSO/ José Antonio Aspiros Villagómez
La Luna quedó atrás, Marte es ahora el destino

Hace 35 años, aún vivían Jorge Luis Borges y Ray Bradbury, la Guerra Fría amenazaba con una conflagración nuclear y las dos potencias de entonces, Estados Unidos y la Unión Soviética (Rusia), libraban una intensa y costosa batalla por la conquista del espacio exterior, iniciada un cuarto de siglo antes.
A casi seis décadas del lanzamiento del primer satélite artificial, el soviético Sputnik I (cuatro de octubre de 1957), seres humanos ya fueron a la Luna, pero ahora su meta es viajar al planeta Marte. A muchos -hoy bebés- les alcanzará la vida para verlo, siempre y cuando la peligrosa andanada reaccionaria de Trump no cambie la agenda mundial.
Hace 35 años, pues, en enero de 1982, este tecleador escribió lo siguiente -aquí con leves adecuaciones- para los suscriptores de la agencia Notimex:
“Cuando nuestros hijos disfrutan de juguetes operados por pequeñas computadoras, están lejos de imaginar que no solamente son resultado de una tecnología que evolucionó aceleradamente gracias a la astronáutica, sino también deben considerarse obra de la ciencia ficción.
En un mundo cada vez más materialista, poco metafísico y menos religioso, las delicias de la ciencia ficción han podido sobrevivir gracias a que son producto de auténticos profetas modernos y hemos visto como, al paso del tiempo y cada vez con mayor velocidad, se están cumpliendo todas sus predicciones.
Escritores como Julio Verne, Isaac Asimov, Ray Bradbury, Arthur Clarke, H. G. Wells y tantos más, pueden haber sido en su momento autores de fantasías y excentricidades, pero, como declaró en una ocasión el autor de la novela ‘Fahrenheit 451’, el futuro de la ciencia ficción es inmenso porque “todos nos hemos convertido en seres tecnológicos, electrónicos y orientados al espacio”, y “las cosas que hoy imaginamos pueden volverse realidades”.
Estos comentarios surgen a propósito de haber leído una antigua edición argentina (1955) de las ‘Crónicas marcianas’ de Bradbury, prologada ni más ni menos que por Jorge Luis Borges, candidato vitalicio al Premio Nobel de Literatura.
El libro es en realidad una colección de 23 cuentos cortos escritos a lo largo de varios años, todos ellos mucho antes de que comenzara la era espacial con el lanzamiento del Sputnik ruso en 1957.
De entonces a la fecha hemos pasado de la incredulidad a la pérdida casi total de nuestra capacidad de asombro. Sin embargo, el tiempo y los progresos de la astronáutica, así como los conocimientos que sobre nuestro Sistema Solar hemos ampliado, no han logrado restarle un ápice de impacto tremendo y aterrador a las ‘Crónicas marcianas’.
Aunque la historia ocurre entre enero de 1999 y octubre de 2026 y en ella se habla de marcianos, bien sabemos que éstos no existen, pero, ¿quién podría descartar que una guerra nuclear acabe con la humanidad por ese entonces, y sólo un puñado de modernos Adanes y Evas logren huir al planeta rojo y se conviertan en los verdaderos marcianos como lo plantea Bradbury?”.
Borges explica en su prólogo que, al principio del libro, los marcianos son espantosos y merecen la piedad de Bradbury cuando la aniquilación los alcanza, pero “vencen los hombres y el autor no se alegra de su victoria. Anuncia con tristeza y con desengaño la futura expansión del linaje humano sobre el planeta rojo”. “Los marcianos seremos nosotros”, escribió también Carl Sagan en su libro ‘Cosmos’, que se llevó a la televisión como una exitosa serie.
El propio Bradbury, al referirse al género literario que cultiva, considera que “un escritor de ciencia ficción es un poeta que dice que hoy y mañana son uno. La ciencia ficción es la más honrada literatura de hoy… vivimos en el futuro ahora”.
¿Serán las ‘Crónicas marcianas’ un aviso, una profecía, como cuando Verne -basado en los conocimientos y especulaciones científicas de su época- se anticipó a la odisea del Apolo XI en su libro ‘De la Tierra a la Luna’?
Usted ya lo leyó, ¿verdad?
: Creámoslo así, o no, el libro no ha dejado de ser la principal obra de la literatura de ciencia ficción, ni Ray Bradbury el maestro del género.

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