Diciembre 26, 2024
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El observador

IMPULSO/ Samuel García/Arena Pública
La destrucción del ahorro de las familias

Hace algunos días atrás, acompañé a un joven amigo a una sucursal bancaria, buscaba ayuda para invertir los 200 mil pesos que había ahorrado por algunos años con la intención de formar un pequeño patrimonio que le permitiera, en el tiempo, establecer un negocio.

Pero la realidad le estalló en la cara, y a mí con él, la jovencita que nos atendió no le ofrecía muchas alternativas para sus ahorros: un pagaré bancario a 90 días o un depósito flexible a plazo.

En ambos casos, las tasas de interés eran ridículas: 2.8% en el pagaré y 2.1% en el depósito flexible a plazo. Las tasas -le advirtió la jovencita de ojos claros- son brutas, ¡hay que descontarles los impuestos!

Aquel amigo salió de la sucursal con los hombros caídos, adivinando cómo su dinero se esfumaría en un santiamén con esa ‘oferta’ de la chica de la sucursal bancaria.

No era para menos, millones como él están viendo cómo sus escasos ahorros se les escurren entre los dedos, se destruyen como por arte de magia. Y es que en México ser pobre es muy caro, no sólo porque desde hace décadas se han implementado políticas fiscales que no inciden significativamente en mejorar el nivel de bienestar de los más pobres, también porque, en los últimos años, la devaluación del peso, la mayor inflación de los meses recientes, la escasa competencia bancaria y los elevados costos de intermediación financiera han destruido los ahorros, y lo han hecho ensañándose con los ahorros y los créditos de los que menos tienen.

Echarle un vistazo a las tasas de interés que se pagan a los ahorradores en los bancos más grandes del país es deprimente. Desde 1.4% hasta 3% de tasa bruta por 200 mil pesos en un pagaré con rendimiento liquidable al vencimiento. Tasas muy inferiores al ritmo de crecimiento que exhiben los precios en el país y que condenan a millones de ahorradores a la pérdida del poder adquisitivo de sus ahorros al no tener opciones en los bancos.

Con todo, a finales del año pasado, la banca había captado 4.2 billones de pesos en instrumentos tradicionales con bajas tasas de interés, como depósitos a plazo y depósitos de exigibilidad inmediata. No hay de otra.

Claro que mientras esto ocurre con los clientes bancarios más desfavorecidos, el gobierno le paga a los bancos -y a los grandes intermediarios- tasas de rendimiento de 6.25% por un Certificado de la Tesorería de la Federación (CETE) a 28 días, de 6.92% en un CETE a un año de plazo y 7.40% en un bono a 10 años.

Con esto, los márgenes de intermediación han seguido creciendo porque las tasas de interés que se cobran a los acreditados más pequeños se dispararon tan pronto como el Banco de México anunció los incrementos en su tasa objetivo.

Así que el ahorro de las familias se sigue destruyendo y desalentando con la persistencia –ya por un largo periodo de tiempo- de tasas reales negativas que están convirtiendo a las pensiones en un asunto inmanejable. Es la historia reciente de destrucción de los ahorros familiares acumulados por años y que nos recuerdan lo caro que es ser pobre en México.

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