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Certificar la calidad electoral

IMPULSO/Yuri G. Beltrán M.

¿Cuál es el estándar de calidad para administrar elecciones en el mundo? Sólo hasta hace algunos años, esa pregunta logró ser resuelta por la Organización de Estados Americanos, IDEA-Internacional, la Comisión de Venecia, la Fundación Carter, etcétera, impulsados por la OEA y por la propia Fundación ISO, en 2014, lograron sistematizar en una norma —la ISO/TS-17582:2014— los parámetros de exigencia aplicables a las instituciones que se encargan de organizar procesos comiciales, ya sea a nivel nacional o local.

Desde la década pasada, la OEA había estado acompañando a diversos organismos electorales del continente (ejemplo, la Secretaría General del TEPJF) a certificar alguno de sus procesos sustantivos bajo la norma genérica ISO-9001. Ello demostró, por un lado, que hay instituciones que se conducen con estándares de calidad tan rigurosos como los de las mejores empresas del mundo. Por otro lado, se hizo evidente la necesidad de trazar reglas específicas para procesos comiciales.

A esta misma conclusión había arribado la Comisión Global sobre Elecciones, Democracia y Seguridad —encabezada por el ex secretario de las Naciones Unidas, Kofi Annan—, la cual, años antes, enfatizó la necesidad de promover la integridad electoral en el mundo y recomendó la certificación de los organismos electorales bajo una norma especializada en materia electoral.

Al igual que sus antecesoras, esta norma, mejor conocida como ISO–Electoral está basada en la idea de que los procesos deben estar pensados en la satisfacción de sus usuarios. De ahí que sugiere indicadores, no en términos de cobertura, sino de utilidad para partidos políticos, organizaciones o ciudadanos. Si los servicios que ofrecen las instituciones electorales son útiles para sus beneficiarios, entonces servirán para vigorizar la competencia política. Es así que la norma internacional exige que todo proceso sea medido con indicadores precisos y que los resultados de éstos sean superados año con año. Entre los procesos considerados se encuentran: registro de organizaciones políticas y candidatos, logística electoral, votación, conteo de votos y declaración de resultados, y resolución de disputas electorales.

A pesar de ser tan alto el estándar de calidad impuesto por la norma, el año pasado el Instituto Electoral del Distrito Federal asumió el reto de buscar la certificación. Después de meses de trabajo intenso en la construcción de indicadores, redacción de procedimientos y formación de personal, finalmente le fue extendida la certificación internacional ISO-17582. Ello convierte a la autoridad comicial de la Ciudad de México en el primer instituto electoral local que lo logra en todo el mundo. El aval internacional que se da al Instituto certifica que, en su sede central como en sus 40 oficinas distritales, la calidad que se ofrece es óptima.

Las ventajas que ofrece esta certificación internacional son evidentes. Permite homologar criterios con órganos internacionales, vuelve más transparentes los procesos e incentiva la rendición de cuentas. Provee la sistematización detallada, evitando que, ante la ausencia de alguna persona responsable, el proceso quede inconcluso. Por último, concentra sus energías en la satisfacción de los ciudadanos, lo cual acarrea mayor confianza en el organismo electoral. Twitter: @yuribeltranm

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