Noviembre 24, 2024
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La vida como es…

IMPULSO/ Octavio Raziel
Imperios

El mundo amaneció el pasado 20 de enero con un discurso que nos remitió a la promesa de los mil años del mundo ario; la recuperación de una potencia que en ocasiones pareciera había perdido el rumbo. Sin embargo, siempre, no es siempre para siempre.

Faltan 983 años para que termine el presente milenio. Aparentemente es largo el camino por recorrer, pero en circunstancia histórica es tiempo que pasará más rápido de lo que pensamos. Seguro tendrán que definirse las nuevas fronteras de la economía y el poder mundial.

La historia de la humanidad ha sido de guerras, de luchas por el poder y por la creación de imperios que pretendían ser eternos.

Los primeros, encabezados por chinos, hindúes, egipcios, hititas o sumerios fueron seguidos por los hebreos y fenicios. Más adelante los asirios y celtas y luego los persas, los griegos y los romanos.

A la antigüedad le siguieron el Imperio Carolingio, el Sacro Imperio Romano Germánico, los grandes califatos, las dinastías Sui, Tang y Ming y en Mesoamérica los toltecas, los mayas, los aztecas y en el sur los incas crearon sus propios poderíos.

Después del descubrimiento de América, España logró una gran supremacía en la que no se ocultaba el sol.

Y en lo religioso, el gran milenio del catolicismo terminó con el siglo pasado, resultado de dar la espalda a la modernidad y de una furibunda alianza con el fundamentalismo de derecha; ahora, corresponderá a Francisco organizar el funeral y a su sucesor el entierro de esa corriente como potencia ideológica mundial.

El milenio del mundo como lo conocemos tendrá que hacerse a un lado para dejar pasar al nuevo que podría ser el chino, el hindú o el israelita, tres potencias que si bien no se igualan en población si en fuerza económica, industrial y sobre todo nuclear.

Estados Unidos, en el continente americano; Alemania y Francia, en el viejo continente e Inglaterra en el Atlántico, deberán ir pensando en cómo sobrevivir a los tres nuevos desarrollos económicos, disímbolos en su política, pero comunes en el propósito de adueñarse de nuestro futuro.

El dragón del Oriente, con 1,300 millones de habitantes ha demostrado que dentro de un capitalismo de Estado puede explosionarse y tomar un lugar importante en el mundo moderno. Con un crecimiento del 11.3 por ciento anual ha opacado a todas las economías del orbe.

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