IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
Somos culpables
Lo hecho en México está bien hecho, y me preguntan los nietos: ¿y qué hacemos aparte de políticos, que no se pueden exportar, ni hoyos porque se hacen solos?
Sí, insistimos, somos culpables, pero lo peor de todo es que hasta el petróleo crudo ya lo importamos no lo producimos.
Y sobre el tema de humildad, continuemos con un cuento inspirado en un cartel pegado en la pared de Shishu Bhavan, la Casa Infantil de Calcuta fundado por la Madre Teresa.
El Papa Juan Pablo Segundo, hoy también santo, la subió a los altares de la Iglesia Católica como “Santa Teresa Madre de Calcuta”. Su nombre completo. Pero ligado, muy ligado, al tiempo que ocupamos. Y el mundo en que vivimos. La escritora Rosa María Campos, madre de los hermanos La Mont Campos. También periodistas, hijos del extinto Alfredo, nos los platica en presencia de su hija Romina La Mont de Muciño.
“Una vez, hace ya mucho tiempo, existió un planeta distante, que se destruyó así mismo. Este planeta pertenecía a un sistema solar lejano. Se acabó.
¿Fue un accidente? No hijo, no. Lo que sucedió fue que lo destruyeron sus agresivos habitantes muy corruptos, competitivos: “negocios son negocios”, “el tiempo es oro” y culpables de vivir en permanente guerra. Ellos no se amaban ni respetaban a sí mismos, menos aún amaban y respetaban a sus congéneres.
Su placer consistía en consumir todo lo que exigía la presión de la propaganda y satisfacer sus necesidades artificiales, sin importarles que, para lograrlo, tuvieran que depredar sin piedad a su generoso entorno, que con amor y nobleza gratuitamente les brindaba aire, agua, comida y paisajes maravillosos.
Estos feroces depredadores eran ajenos a la interdependencia de su propio planeta, con el resto de planetas del universo y totalmente indiferentes a los mensajes que Gea les enviaba suplicándoles que se acercaran a Dios, liberaran su corazón del odio, vivieran con sencillez, dieran más, esperaran menos y que unidos cultivaran un sentido de responsabilidad universal, en apoyo de los más débiles de la familia global.
Es más, estos culpables del deterioro ambiental ni siquiera intentaron sacar de entre sus bolas de naftalina los sentimientos amorosos con los que se suponía habían nacido. Y entonces, los más horrorosos, los insaciables poderosos planearon, para su beneficio propio, crueles actos de violencia para exterminar, primero a los más pobres del planeta.