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En Perú miles de campesinos bailan a Virgen de la Candelaria

IMPULSO/ Edición Web
Perú
La tranquilidad del amanecer de esta ciudad a orillas del lago Titicaca se interrumpe una vez al año, cuando unos 40 mil campesinos indígenas ingresan bailando en honor a la virgen española de la Candelaria, cuya festividad es una de las más importantes de los Andes.

Bajo el sol intenso del verano, los danzantes entran por los cuatro extremos de Puno, donde concursarán cien grupos de diversas comarcas que hablan las lenguas aimara y quechua, las principales del Altiplano andino a casi 4.000 metros de altitud y cerca de Bolivia.

Visten de formas muy distintas. Algunos calzan zapatos hechos con pieles de oveja o de alpaca, llevan collares de los que cuelgan mazorcas de maíz y sombreros adornados con decenas de monedas antiguas o con plumas de aves amazónicas.

“Hemos bailado así desde el tiempo de nuestros abuelos. Claro, un poquito lo hemos modernizado”, dice Martín Mamani, de 75 años, que viene desde una aldea llamada Esmeralda, una entre el casi centenar de centros poblados que buscan mostrar su identidad en la festividad.

Las danzas representan las actividades rurales como la esquila de los camélidos, el pastoreo de las llamas y el pasado previo a la conquista española, que contempla los impopulares reclutamientos de soldados donde los campesinos vestían de mujer para no ser llevados como tropa.

En Perú miles de campesinos bailan a Virgen de la Candelaria2

En la fiesta también hay niños pequeños. Llegan junto a sus familiares en grupos conformados por unas 400 personas, incluidos los músicos que ejecutan melodías con zampoñas, flautas y otros instrumentos de origen prehispánico.

Puno no es la única ciudad de Latinoamérica que celebra a la Candelaria, pero sí es la que reúne al mayor número indígenas anualmente a pesar de que desde ahí se ha mirado el folclor de los campesinos con desdén.

“Siempre ha habido una mirada despectiva a la zona rural”, dice el antropólogo Henry Flores, quien ha estudiado las danzas autóctonas en Puno. “Pero cuando los campesinos participan, están diciendo ‘estoy presente y los puneños citadinos sólo son espectadores”’, comenta.

Durante la festividad se ha prestado mayor atención a un espectáculo tres veces más numeroso, que se produce una semana después en la misma ciudad, cuando los citadinos bailan danzas mestizas con influencias del carnaval boliviano de Oruro y del brasileño de Río de Janeiro.

Durante la celebración autóctona, la virgen no sale en procesión como sí ocurre en el evento de danzas mestizas, cuando es acompañada por los dirigentes políticos y religiosos locales. La televisora estatal tampoco transmite en directo el espectáculo autóctono, como sí ocurre con el festival mestizo.

A la Candelaria se le celebra con mucha cerveza. Los campesinos beben, pero como no tienen dinero para hospedarse en la ciudad, retornan a sus comarcas por la noche. En la fiesta mestiza, las torres de cajas de cerveza abundan en las calles de la ciudad y se calcula que se consumen más de 900.000 litros en total.

En Puno, la festividad de La Candelaria se celebra cada año desde el siglo XVIII y la Unesco la declaró patrimonio cultural inmaterial de la humanidad en 2015 por mezclar las “tradiciones católicas y elementos simbólicos de la cosmovisión andina”. Además de su devoción, los campesinos tienen otras razones para bailar en la festividad. Algunos le agradecen haberse curado de alguna enfermedad, otros le piden que proteja los cultivos y las autoridades campesinas suplican para que les ayude a fortalecer su liderazgo político. Fuente: Terra