IMPULSO/ Carlos Ravelo Galindo
¿Reverdecerá el planeta? (I de V)
Luego de asumir la Presidencia del país más poderoso del mundo, el güerito hizo temblar al universo. De inmediato, los intelectuales, así se llaman ellos, ya hicieron sus pronósticos sobre lo que a México y a las naciones involucradas les va a suceder.
Adelantan vísperas, ofrecen soluciones, olvidaron por supuesto la advertencia que hacían nuestras abuelas: sacar el paraguas por si las dudas.
Que hay nubarrones, por supuesto, que truena el cielo, obvio, pero aún no empieza a caer la lluvia.
Esperemos que las amenazas amainen y que ambos gobiernos, México y Estados Unidos, concilien intereses, como seguramente lo harán a fin de mes ambos mandatarios al juntarse, según dicen, al igual que esperan hacerlo otros países amigos. Ante ello, consideramos con justa razón presentar hechos concretos del pasado.
Un colega, José Antonio Aspiros Villagómez, ya lo hizo con mucha antelación. Pero caen como anillo al dedo. No vaticinios de improvisados genios.
En efecto, son cinco capítulos de este escritor mexicano que nos permite compartir su trabajo.
Aspiros Villagómez nos imbuye en el despertar del mundo. Y nos guía, en su prosa experta, por los vericuetos de la vida real. No imaginaria. Es un trabajo editorial, como hemos hecho nosotros, coleccionable. Ya los ha publicado. Pero muchos no los disfrutaron. Por ello, ante el reclamo de amigos, lo hacemos nosotros.
Transcrito del libro ‘25 años en la información’, editado por Notimex y Grupo Desea, primera y única edición, 1994, México, DF. Con ´copyright´ del autor para el texto.
Hace 25 años
Alcanzada relativamente en 1992 la extinción de la guerra fría, el restablecimiento de las soberanías nacionales, el pretendido “nuevo orden mundial” que pregonó el presidente estadunidense George Bush, y la más que difícil transición de los antiguos países socialistas a la economía de mercado, en ese año se plantearon al mundo nuevos retos.
El “fin de la historia” no fue tal o, por lo menos, acabó una historia, pero comenzó otra que, por cierto, no carecía de vasos comunicantes con el pasado.
La guerra del siglo XXI
En el marco conceptual de la “aldea global” emergente, se yuxtapuso el fenómeno de los grandes bloques económicos como la Comunidad Europea, la Cuenca del Pacífico y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. La negociación de este último concluyó precisamente durante 1992.
Estos megamercados, que se perfilan como los contendientes de la guerra del siglo XXI, tendrán que coadyuvar a superar el desafío de la salvación del planeta, amenazado lo mismo por sus industrias no ecológicas, que por la depredación a que la pobreza obliga en el tercer mundo.
Balance de los daños
Del 3 al 14 de junio tuvo lugar en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo, dos décadas después de otra reunión semejante, celebrada en Estocolmo, cuyos acuerdos parecen no haber funcionado pues, según datos contenidos en el discurso del presidente cubano Fidel Castro:
“Durante esos (20) años, el mundo perdió 480 mil millones de toneladas métricas de la capa agrícola del suelo; fueron arrasadas 300 millones de hectáreas de bosques; los desiertos se extendieron en más de 120 millones de hectáreas; la producción de alimentos per cápita se estancó o decreció en el tercer mundo; se contaminaron o agotaron incontables fuentes de agua; decenas de miles de especies animales y vegetales se extinguieron”.
Muchos acuerdos, ningún plazo
La Cumbre de Río, que reunió a delegados de 178 países -entre ellos más de 100 jefes de Estado o gobierno- aprobó cuatro declaraciones y dos convenciones que contienen la esperanza de la humanidad en materia de reordenación ecológica.
“No tenemos otros 20 años para derrochar”, advirtió al final de la ECO 92 el secretario técnico de la misma, Maurice Strong, y manifestó su decepción “por el hecho de que no logramos un paquete de cronogramas” para los 115 programas de acción contenidos en la Agenda 21, aceptada luego de superar muchas divergencias.
Fueron aprobadas una carta de principios -la Declaración de Río- y una Convención sobre Cambio Climático encaminada a frenar -sin compromisos específicos- la emisión de gases causantes del efecto invernadero y del consecuente calentamiento de la Tierra.