IMPULSO/ Luis de la Calle
¿Qué más?
No pocos deseaban al final del año que terminara 2016, sin duda, fue un año difícil con un alto costo económico. Las incesantes fuentes de incertidumbre fueron las siguientes: primero, la posibilidad de incrementos en la tasa de referencia de la Reserva Federal de Estados Unidos que la había aumentado en diciembre de 2015 para luego regresar a la indecisión después de las dificultades chinas a principios de 2016, finalmente, Janet Yellen optaría por incrementar tasas al final del año y volver a hacerlo hasta tres veces éste. En segundo lugar, el precio del petróleo tuvo un comportamiento errático con caídas y recuperaciones a lo largo del año para terminar más alto que al principio. En tercero, el improbable avance de Donald Trump en las elecciones republicanas primarias, en la elección general y su comportamiento como presidente electo se convirtieron en la principal fuente de riesgo. Esto a pesar de que la abrumadora mayoría de analistas estimaba que la probabilidad de su triunfo era muy reducida. No obstante, los mercados interpretaron la noticia de otra forma.
Las tres fuentes de incertidumbre se convirtieron en un verdugo para el peso mexicano que experimentó una fuerte devaluación durante todo 2016 y principios de éste. De enero al día de la elección en Estados Unidos, la tasa de cambio creció 7%, mientras que del 8 de noviembre al 18 de enero, 18%. Curiosamente, en seis de estos 12 meses de incertidumbre el Banco de México acumuló reservas internacionales.
Ahora la incertidumbre será menor. Este viernes, al tomar posesión Trump como presidente constitucional de Estados Unidos termina la incertidumbre sobre su posibilidad de serlo, pero empieza la volatilidad caprichosa de su política pública. Ya se verá si hay un cambio en la forma de operar y comunicarse con la sociedad y con el mundo. Es razonable esperar que no cambie su estilo a su edad y en vista del éxito obtenido hasta ahora, sin embargo, empezarán a jugar un papel los contrapesos propios de estar en el gobierno. Es, por ejemplo, significativo que en la comparecencia para la confirmación de Wilbur Ross como secretario de Comercio dijera que la amenaza de impuestos de 35% a México era sólo eso, una amenaza para amedrentar y sentar las bases de negociación. Al reconocerlo la amenaza, nunca creíble de cualquier manera, dejó de serlo.
Un aspecto interesante será ver si Trump abandona Twitter o no. Su inclinación natural será no hacerlo. No obstante, como Presidente sus comunicados tienen consecuencias legales y pueden ser utilizados en las cortes y sujetos a demandas si presuntamente violaren derechos ciudadanos, incluidos los de inversionistas que podrían argumentar su equivalencia a una expropiación si menoscaban el valor de sus activos. Pudieren también ser violatorios de tratados internacionales de inversión, incluido el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En cualquier caso, los mercados, empresas y gobiernos debieren tomar en serio, de ahora en adelante, sólo la política pública oficial del gobierno de Estados Unidos y no los tuits de su Presidente o miembros del gabinete.
El reto para con la volatilidad del gobierno de Trump es mayúsculo de cualquier manera. México debe enfrentarlo con inteligencia, con paciencia, con objetivos claros y una estrategia que incluya la posibilidad de abandonar la negociación si fuere necesario. También con una lista de prioridades ofensivas para no depender sólo de lo que pida Estados Unidos y con estrecha coordinación con Canadá. Será también muy importante reafirmar el compromiso de México con la apertura comercial y tener una estrategia de negociación para diversificar las importaciones con el fin de subrayar el valor de la preferencia que hoy se otorga a Estados Unidos a través del TLCAN.
Con respecto a las tasas de interés de la Reserva Federal, se enfrentará también una menor incertidumbre.
Ahora, se sabe ya que la recuperación de la economía de Estados Unidos es sólida, que la tasa de desempleo ha bajado consistentemente.
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