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Estados Unidos
Durante la campaña presidencial del 2016, Donald Trump a menudo elogió al presidente Vladimir Putin, defendió muchas de sus políticas y declaró con entusiasmo: “¿No sería bueno si realmente nos lleváramos bien con Rusia?”.
Desde su elección, Trump ha persistido en defender a Putin, al cuestionar la valoración de la comunidad de inteligencia estadounidense sobre la interferencia de Rusia en el proceso electoral. Al nombrar a Rex Tillerson como su secretario de Estado, Trump propone al emisario perfecto para mejorar las relaciones de Washington con el Kremlin. Junto con Henry Kissinger y Steven Seagal, Rex
Tillerson es uno de los pocos estadounidenses que han disfrutado de un acceso directo y sostenido a Putin en los últimos años. Las condiciones de una nueva relación con Rusia parecen estar establecidas.
¿Pero con qué fin? Aunque su deseo de ser amigo de Putin es manifiesto, Trump ha sido muy poco claro acerca de los objetivos de política exterior que pretende lograr con las relaciones entre Estados Unidos y Rusia.
Unas “mejores relaciones” nunca deben ser el objetivo de la política exterior hacia Rusia o hacia cualquier país del mundo. La diplomacia no es un concurso de popularidad. Más bien, unas mejores relaciones deben entenderse siempre como un medio para avanzar hacia la seguridad y la prosperidad estadounidenses. A veces, la diplomacia coercitiva es un medio que nos ayuda a cumplir mejor nuestros objetivos de política exterior. Otras veces, la separación o el aislamiento son la mejor manera de promover nuestros intereses de seguridad nacional. Aprender de los éxitos y fracasos de la última relajación de las relaciones con Rusia sería un buen comienzo.
Rusia “representa un peligro” para EU: Rex Tillerson
A medida que la Casa Blanca de Obama desarrolló nuestra política de restablecimiento durante la transición del 2008 y los primeros meses de la administración en el 2009, el presidente nunca definió como una meta “mejores relaciones con Rusia”. No buscamos amistades en Moscú. En su lugar, esbozamos una lista exhaustiva de los objetivos de la política exterior y luego exploramos las formas en que el gobierno ruso podría ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos. Con respecto a algunos temas de nuestra lista —por ejemplo, la retirada de las fuerzas militares estadounidenses de Irak— no vimos ningún papel que Rusia pudiera desempeñar. Pero en muchos asuntos —Irán y Corea del Norte, reducir el armamento nuclear, aumentar el comercio y las inversiones, combatir el terrorismo— creíamos que Rusia y Estados Unidos compartían objetivos mutuos.
Pero al mismo tiempo que buscábamos profundizar el contacto con el gobierno y los ciudadanos rusos, explicamos que no estábamos dispuestos a rebajar las relaciones bilaterales con otros países del vecindario ruso en busca de un mayor compromiso con el Kremlin. Gracias a la administración de Reagan, rechazamos el “vínculo”. No estábamos dispuestos a debilitar los lazos con Georgia para conseguir un acuerdo de control de armas o a dejar de hablar de los derechos humanos para obtener la cooperación de Moscú sobre Irán.
En el lenguaje de nuestro nuevo presidente, el restablecimiento de las relaciones produjo algunos “tratos realmente grandes”. Obama y Medvédev firmaron y ratificaron el acuerdo New START, que redujo 30% el número de armas nucleares permitidas en arsenales estadounidenses y rusos, manteniendo un riguroso régimen de inspecciones para implementar el tratado. Ampliamos dramáticamente la Red de Distribución del Norte (NDN, por su sigla en inglés), una complicada ruta de transporte a través de Rusia y otros países utilizada para suministrar soldados estadounidenses y de la OTAN en Afganistán. La NDN redujo nuestra dependencia de las rutas de suministro a través de Pakistán y, por lo tanto, hizo posible la operación para matar a Osama bin Laden, que violó la soberanía paquistaní. Después de dos décadas de negociaciones, ayudamos a Rusia a ser miembro de la Organización Mundial del Comercio, una fracción de nuestra más amplia estrategia para aumentar el comercio y la inversión entre nuestros dos países. Del 2009 al 2012, Boeing, Cisco, ExxonMobil y muchas otras compañías estadounidenses también hicieron algunos “grandes negocios” en Rusia, ya que el comercio y las inversiones entre nuestros dos países aumentaron drásticamente.
Durante su última reunión con Obama como presidente, en marzo del 2012, en Seúl, Medvédev seguía siendo muy optimista sobre el restablecimiento, como consta en el expediente: “Probablemente, hemos disfrutado el mejor nivel de relaciones entre Estados Unidos y Rusia durante estos tres años que nunca en las décadas anteriores”.
En Estados Unidos, los ciudadanos se dieron cuenta y reaccionaron favorablemente a todos estos acuerdos. En el verano del 2010, más de 60% de los estadounidenses expresó un sentimiento positivo sobre Rusia y un porcentaje similar de los rusos tenía una visión positiva de Estados Unidos.
Según el candidato Trump, el restablecimiento terminó porque Putin no respeta a Obama. Para Trump, por lo tanto, el camino de vuelta a unas mejores relaciones con Moscú es simple: ganar la admiración de Putin. El Economista