2017: Anticlímax del sexenio
IMPULSO/Claudio Jones/Arena Pública
El problema de México es la cuenta acumulada de los sucesos y eventos anticlimáticos que constituyen ya una masa crítica muy complicada y difícil de resolver en un tono favorable para el gobierno federal y el público, específicamente en este año que comienza.
ace tiempo fue la Casa Blanca, más recientemente, la visita de Trump a México. Hoy, las protestas, aquellas que han sido pacíficas, pero sobre todo las violentas contra el gasolinazo, van a marcar un quinto año particularmente duro para el presidente Peña.
El Gobierno debió prever que tenía que preparar a la opinión pública y no lo hizo. Sí se sabía perfectamente que se anticiparía para 2017 la liberalización del precio de las gasolinas -respecto a 2018- y que ello derivaba de la propia reforma energética ¿por qué no se actuó para preparar la comunicación?
Se sabía que por concepto de impuestos especiales a las gasolinas vendría una jugosa recaudación, superior a los 280 mil millones de pesos. Pero no se articuló siquiera una estrategia de medios para la medida que se iba a tomar y que más bien nos tomó por sorpresa a todos.
Hoy, el anticlímax del sexenio no puede disolverse sólo con el Acuerdo por el Fortalecimiento Económico y la Protección de las Economía Familiar que firmó el presidente con las grandes organizaciones del corporativismo mexicano (aunque, por cierto, la COPARMEX y la CONAGO no lo hicieran).
Se dice en los medios y se escucha en la calle que hay un enojo de la gente no sólo con el presidente sino con la clase política. Esta última, por cierto, no acusa recibo del anticlímax que la incluye sin tal vez darse cuenta de que el hartazgo campea entre la población con la clarísima imagen colectiva de esa misma clase política que, a veces, tiene que salir corriendo y tiene que ocultarse.
La ola de críticas al gobierno no va a disminuir significativamente ante un incierto 2017 y lo más importante, fuera del llamado círculo rojo de los analistas, es que el sentimiento de la gente -vándalos y saqueadores aparte- no va cambiar sustancialmente en su rechazo y molestia por la clase política.
Si tan sólo fluyeran noticias que cambiaran el ánimo de la gente, podría verse un punto de inflexión en la arena pública. Pero por lo pronto, en lo económico, no parece que vaya a haber una señal de aliento en 2017.
Un peso vulnerable que exacerba las presiones inflacionarias y un gasto no lo suficientemente acotado, son factores de una debilidad económica que no resuelve el exterior, empezando por nuestra relación con todo tipo de inversionistas ante el anticlímax que representará -al menos en algunos temas clave- la administración del presidente Trump.
Es difícil imaginar un escenario de mantenimiento de inversión directa o un crecimiento importante de la misma. Como también es difícil imaginar un escenario comercial bilateral vigoroso. Sólo un crecimiento significativamente mayor en los EE.UU. de Trump podría proponer un contexto favorable para México. No es claro que ello ocurra pronto.
Pero más allá de la economía, la gente no confía en que el gobierno vaya a mejorar los niveles de eficiencia con que administra sus recursos y tampoco cree que los servicios públicos vayan a cambiar sustantivamente para bien, sobre todo en materia de seguridad.
El público está insatisfecho con el gobierno que lo atiende y eso no puede desligarse de los bajos niveles de aprobación del presidente. No se trata de convertir al presidente en el gran culpable de todos los males pero las instituciones que encabeza y quienes en ellas trabajan no están generando un resultado de credibilidad y confianza públicas.
Por supuesto que el problema de comunicación-credibilidad no es nuevo. Con Fox y con Calderón se tomaron medidas que explican en parte la ingobernabilidad presente, el crecimiento en la deuda, y el dispendio presupuestal a los estados que no resolvieron nada pero sí se endeudaron -muchos de ellos.
Sin tecnicismos, en todos estos años hasta el día de hoy, la gente puede ver el dispendio y las señales de corrupción que se han acumulado desde la clase política en casos bien conocidos. El pasado no es consuelo ni para el propio presidente Peña ni para la gente. El expediente de problemas nacionales que se ha acumulado ya todos los sentimos.
DATO:
La brecha de comunicación con los ciudadanos de los gobiernos anteriores no sólo no mejoró, sino que empeoró en estos años de la administración del presidente Peña.