IMPULSO/ Agencia SUN
Madrid
El padre Ángel acoge en su templo, a las puertas de Chueca, el barrio gayfriendly de Madrid, a vagabundos, marginales, inmigrantes y drogadictos. Pocos en la Iglesia ponen objeciones a los gestos de piedad del religioso, excepto cuando toca temas como la paternidad homoparental.
En España, los homosexuales tienen desde 2005 los mismos derechos para casarse y adoptar niños que cualquier pareja heterosexual. Aun así, amplios sectores de la Iglesia sigue planteándoles vetos. Por eso, cuando el padre Ángel comenzó a bautizar y bendecir a hijos de parejas homosexuales, generó una gran polémica. “Me hice cura para bendecir y no para maldecir, para abrir las puertas de la iglesia y no para cerrarlas. Si alguien me pide bautizar a su hijo, mi único requisito es que traigan al niño”, explica el padre.
“Eso de que no hay que llamarlos ‘matrimonios’ no es así”, dice, oponiéndose a la postura de la Iglesia sobre las uniones gais: “Lo ha llamado el Estado y yo no le voy a corregir. El que diga que está mal dicha la palabra ‘matrimonio’ que se lo reclame al Rey y a los políticos, que son los que se la pusieron. Bendije a 13.000 perros el día de San Antón, ¿no voy a poder bendecir a los que se quieren?”, bromea en referencia al santo de su parroquia, patrón de los animales.
Luchas como la de este cura pertenecen al espacio de lo simbólico, pero en la cotidianidad de las parejas del mismo sexo que quieren tener hijos también persisten espacios opacos. España celebra ser el primer país del mundo que estableció la igualdad en la adopción y el matrimonio. “Antes de la aprobación de la ley ya había familias homoparentales tanto de hombres como de mujeres con hijos”, explican en Galehi, la Asociación de Familias Homoparentales LGTB.
“Estos estaban inscritos como descendientes de uno solo de los progenitores, y la aprobación de la ley supuso la posibilidad de crear vínculos legales entre todos los miembros de las familias. Éramos familias de hecho y pasamos a ser familias de derecho”. Sin embargo, en la práctica, las parejas del mismo sexo siguen sin tener apenas posibilidades de adoptar. El problema es complejo, y tiene raíces en el sistema de protección de menores desamparados.
Tanto para homosexuales como para heterosexuales, “las adopciones de niños españoles son muy escasas desde hace años, porque se potencia más la figura de la acogida familiar o temporal”, explica Paco Ramírez, presidente de COLEGAS-Confederación LGBT Española: “Casi desde siempre se ha tenido que recurrir a adopciones internacionales, donde la mayoría de países prohíben la adopción a personas homosexuales, por lo que se ha llegado a mentir u ocultar esa faceta tan importante, con el fin de adoptar”.
Estas trabas han convertido a los homosexuales en uno de los grupos que más utiliza técnicas de fecundación artificial. “Actualmente las mujeres lesbianas, ya sean solteras o en pareja, recurren principalmente a la inseminación artificial, siendo uno de los pocos países de Europa que lo permite”, cuenta Ramírez.
Pero, frente al éxito de las lesbianas, los hombres gays lo tienen muy difícil. “Si no tienen hijos de un matrimonio heterosexual anterior, acceder a la adopción es realmente complicado”, denuncia el presidente de COLEGAS: “La única salida, a la que están acudiendo muchas parejas gays e incluso famosos gays solteros, es la maternidad subrogada (vulgarmente llamada “vientre de alquiler”), que es ilegal en España, pero se realiza en el extranjero con unos costos muy elevados que pocos pueden permitirse y con la posibilidad de enfrentarse a problemas legales y estafas”.
Mientras la paternidad subrogada consigue regularse y la adopción internacional se convierte en una opción viable, gestos como los del padre Ángel representan una promesa de que la normalidad puede ser real para las familias homoparentales.