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Cuando se intentó borrar a Santa Claus

IMPULSO/ Karla Ibett Díaz Maya/Agencia SUN
El día 23 de diciembre de 1930, el escenario para entregar juguetes a los niños pobres, por parte del gobierno de la República aquella Navidad, fue una pirámide en honor a Quetzalcóatl dentro del Estadio Nacional, ubicado en la colonia Roma y construido en 1924 por José Villagrán. Aquel año el presidente Pascual Ortiz Rubio decretó la adopción de la figura del dios de Mesoamérica Quetzalcóatl como representante máximo de las fiestas decembrinas con la intención de hacer a un lado la figura de Santa Claus, recién llegada a México en los años 20 y aún no tan arraigada en la cultura mexicana.

Al menos fue así como lo hizo saber el subsecretario de educación pública, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, según consignó una nota publicada por EL UNIVERSAL el 27 de noviembre de 1930 titulada En vez de Santos Reyes o Santa Claus nuestro Quetzalcóatl, la cual daba cuenta de la sustitución de Santa Claus y los Santos Reyes por la deidad prehispánica, de manera que se intentaba promover, mediante la educación, una formación nacionalista en la que Pascual Ortiz Rubio estaba en completo acuerdo. Más aún, se perseguía “engendrar evolutivamente en el corazón del niño, el amor por los símbolos, las divinidades y tradiciones de nuestra cultura y nuestra raza”, explicaba el texto.

En aquella época el Estadio Nacional era el lugar de los grandes eventos políticos, deportivos y sociales, fue edificado sobre una parte del ya desaparecido Panteón de la Piedad (del pueblo de la piedad). En 1949 fue demolido para convertirse, más tarde, en el complejo familiar Juárez, mejor conocido como multifamiliar Juárez, el cual también fue derribado al verse afectado en gran parte de su construcción después del sismo de 1985. Hoy en día ese terreno es ocupado por el centro comercial Pabellón Cuauhtémoc y el Jardín Ramón López Velarde, que conmemora a las víctimas del terremoto.

Dios del aire, como una serpiente emplumada, y de las estrellas de la tarde, como astro con un circuito adornado del cual sale la luz de una estrella, su gigantesco penacho de quetzal y sus ropas de cuero, Quetzalcóatl, la hermosa serpiente, no fue suficiente como para entrar a las casas a llevar la Navidad acompañada de obsequios y dulces, pues contó con el apoyo de diversas instituciones y casas comerciales

El 4 de diciembre de 1930, la Lotería Nacional lanzó su gran sorteo extraordinario de 600 mil pesos en honor al dios prehispánico. Aquel mismo día, el departamento de Dibujo y Artes Manuales de la Secretaría de Educación mandó una circular a todas las escuelas primarias urbanas y rurales para que se informara a los alumnos la leyenda de la serpiente emplumada.

Aquel 23 de diciembre de 1930 en la parte central del Estadio Nacional se instaló un gran templo azteca dedicado a la fіgura principal del evento: Quetzalcóatl. La combinación era extraña; por un lado, árboles de Navidad con luces de colores que decoraban el terreno y, por el otro, bandas de guerra y batallones que indicaban el inicio del tan preparado festival.

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