IMPULSO/ Agencia SUN
La Habana, Cuba
Terroristas, espías, conspiradores, mercenarios, soplones, asesinos, saboteadores, contrarrevolucionarios, contrainsurgentes, informantes, bandidos… Fidel Castro atrapó desde 1959 a miles de enemigos de la Revolución Cubana, pero se le escaparon dos siniestras piezas clave: Luis Clemente Faustino Posada Carriles y Félix Ismael Rodríguez Mendigutia, cubano-estadounidenses, agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y poseedores de un abultado expediente que marcó a Cuba en los últimos 58 años.
Posada, alias Bambi, ejecutó numerosos atentados con explosivos contra Cuba, como la bomba en un avión que explotó en el aire y mató a infantes y adolescentes cubanos en 1976.
Rodríguez, alias Máximo, dirigió la captura y el asesinato del guerrillero argentino-cubano Ernesto Che Guevara en 1967, en Bolivia.
Aunque el aparato cubano de inteligencia no pierde rastro de ambos hombres, quienes hoy viven en Miami, Florida —corazón del más viejo y radical anticastrismo—, la muerte le llegó a Castro el pasado 25 de noviembre sin lograr que Posada Carriles y Rodríguez quedaran presos en Cuba.
Protegidos por influyentes factores de poder de Estados Unidos, como la CIA, la familia de los ex presidentes George H. y George W. Bush, las mafias de Florida y de Nueva York, políticos y empresarios de los partidos demócrata y republicano, y agencias federales estadounidenses de seguridad, los dos poseen abundante y sensible información sobre el involucramiento de Washington en las más variadas tramas e intrigas en la batalla anticomunista mundial.
Como cualquier adolescente cubano de la década de 1940, Posada se aficionó a la caza, la pesca, el licor, los juegos de apuestas, la defensa personal y las armas de fuego en su natal Cienfuegos, en la zona sur-central de Cuba, reveló el investigador cubano Julio Lara Alonso, fallecido especialista del Ministerio del Interior de Cuba en su libro La verdad irrebatible sobre el crimen de Barbados.
Con los años, según Lara, una de sus pasiones juveniles le ayudó a convertirse en un empleado confiable de la CIA: la confección de artefactos explosivos rudimentarios. Posada se unió en 1961 a la CIA, que lo entrenó en demolición y guerra de guerrillas y, a partir de entonces, fue autor, directo e indirecto, de atentados en contra del régimen comunista cubano.
La principal acusación de Cuba a Posada, hoy de 88 años, es como coautor intelectual, junto al ya fallecido cubano Orlando Bosch Ávila, de la muerte de 73 personas por la explosión de una aeronave de Cubana de Aviación que volaba entre Barbados y La Habana, procedente de Venezuela y Trinidad y Tobago, y vía Jamaica, el 6 de octubre de 1976.
Lara describió que Posada, nacido en 1928 en Cienfuegos, vivió desde 1954 en La Habana y mantuvo nexos con políticos del régimen dictatorial de Fulgencio Batista, derrocado el 1 de enero de 1959 por Castro. Como empleado de la transnacional estadounidense Firestone, fue “viajante” para América Latina, hasta que en 1960 se asiló como perseguido político en la embajada de Argentina en esta ciudad. En febrero de 1961 se le permitió viajar a Miami y una semana después se vinculó a las fuerzas anticastristas que, en abril de ese año, atacaron Cuba con la invasión que la CIA lanzó por playa Girón en la bahía de Cochinos, litoral sur de la isla, y que fue derrotada por la Revolución Cubana, aunque no viajó con ellas.
Cumplió misiones para la CIA en América y Europa entre 1960 y 1980. Cuba lo acusó de ser autor intelectual de 11 atentados con bombas contra el sector turístico cubano entre abril y septiembre de 1997. Cayó preso en Panamá en 2000, por sospechas de planear asesinar a Castro.
La Habana reclamó de inmediato su repatriación para juzgarlo en Cuba, pero en 2004 fue indultado por el gobierno panameño.
Al salir de la cárcel, se movió por México y Centroamérica, entró ilegalmente en 2005 a Estados Unidos y quedó preso, pero un tribunal de Texas lo liberó bajo fianza en 2007 y lo envió a Miami, a un cuestionado arresto domiciliario.
Bahía de Cochinos
Reclutado por la CIA en 1960, Rodríguez entró a las conspiraciones contra Castro y al plan para invadir Cuba por Cochinos, por lo que se entrenó con fuerzas contrarrevolucionarias en Guatemala e ingresó clandestinamente por mar a la isla en febrero de 1961, para desplegar tareas de apoyo. Sorprendido en La Habana por el inicio de la invasión, Rodríguez se escondió y luego se refugió en la embajada de Venezuela en esta capital, de donde salió cinco meses después rumbo a Caracas y siguió estrechamente ligado a la lucha anticomunista con la CIA.
Cuando la agencia confirmó en junio de 1967 la presencia del “Che” Guevara en la insurgencia comunista de Bolivia, preparó a Rodríguez y logró que, encubierto como empresario, ingresara a ese país en agosto de ese año con la orden de asesinar al guerrillero. Estando en la zona, recibió la noticia de que Guevara fue herido y detenido en un enfrentamiento armado, por lo que se trasladó al punto donde el guerrillero permaneció recluido. Rodríguez interrogó al Che y remitió a los soldados bolivianos la orden, ratificada por el gobierno boliviano, de asesinar a Guevara. El agente cubano fue enviado luego a misiones en Vietnam, México, Centroamérica y otras partes en las décadas de 1970 y 1980.
En entrevista con EL UNIVERSAL en Panamá, en abril de 2015, Rodríguez alegó que “obviamente que de Cuba se puede esperar cualquier cosa, ya que califica de terrorista a todo el que ha estado en su contra”. “A cualquiera que se les opone, [las autoridades cubanas] lo acusan de agente de la CIA”, adujo.
Informes periodísticos de 2013 revelaron que Rodríguez, por instrucciones de la CIA, ordenó el asesinato en 1985 en México de Enrique Camarena, oficial de la DEA (agencia antidroga de EU). Camarena habría descubierto que un pacto de la CIA con narcos mexicanos permitió el contrabando de drogas de Colombia a EU por México, para usar las ganancias en financiar a los “contras” que combatieron al gobierno de Nicaragua en esa época.
Los nombres de Posada y de Rodríguez son de frecuente debate en Cuba. Ambos tienen fama de asesinos. Sin embargo, con su historial contrarrevolucionario, Bambi y Máximo siguen siendo blancos de Cuba… ahora sin Fidel Castro.