Noviembre 23, 2024
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Continúan las deficiencias en el Panteón Municipal de Toluca

IMPULSO/ Eliseo Lugo Plata
Toluca
Algunas personas se habían quedado a dormir en el panteón, pero la mayoría comenzó a llegar después de las siete de la mañana. Hacia las once horas, ya se veían miles por los pasillos del campo santo cargando sus flores y llevando herramientas para limpiar las tumbas de sus seres queridos. La capilla de la entrada estaba cerrada como de costumbre
Niños, adultos y ancianos, todos por igual, llevaban la misma devoción al Panteón Municipal. Se escuchaba la música de mariachi por allá, de algún trío por acá y de un conjunto norteño más al fondo tocando aquellas canciones que gustaron en vida a los seres que hoy descansan en el eterno oriente.
En alguna de las tumbas, una joven de no más de veinticinco años con la voz entrecortada y a punto de llorar se hacía acompañar por una pista que desprendía sus notas desde una grabadora para cantarle “A mi manera”, quizás, a su padre, a su hermano, al novio o tal vez a su hermano.
La gente escuchaba, pero, por respeto, sólo volteaba discretamente a ver la conmovedora escena y seguía en sus tareas de asear sus tumbas o, simplemente, de seguir caminando.
El paisaje era el mismo de cada año, a la entrada del panteón, una belleza, pero ya del centro en adelante, los montones de basura por doquier ante la ausencia de contenedores, depósitos de agua estancada con olor pestilente, que sólo mejoró cuando llegó una pipa a dejar el abastecimiento.
El sol abrazador quemaba los rostros de mujeres, hombres y niños que desesperaban en sus recorridos de casi un kilómetro de la entrada hacia el fondo sin que hubiese un árbol en qué disfrutar la sombra o una banca en la que descansar.
De las tres cuartas partes del panteón hacia el fondo, se acaban los pasillos encementados y continúa, como desde hace décadas, pasillos a tierra firme, disparejos por tanta sacadera de pasto por parte de los trabajadores del mismo panteón, pasto de las tumbas de aquellos que ya dan una cuota anual para mantener la tumba.
Alcaldes van y alcaldes vienen y nadie se preocupa por arreglar ese panteón, que de digno sólo tiene la entrada; anárquicamente, han permitido que los administradores caven las tumbas en distintas direcciones, cuando la tradición cristiana señala que la cabeza del difunto debe ir hacia el oriente.
Hoy, más que antes, había indignación de los familiares de los difuntos por el robo de los floreros, ¿quién sería?, se preguntaban algunas personas, pero la respuesta se dio enseguida: “Son los mismos trabajadores del panteón quienes se las roban para venderlas aquí mismo”, dijo un señor mientras quitaba la hierba de una tumba.
A falta de contenedores de basura, la gente comienza a amontonar la misma en la esquina de algún pasillo, flores marchitas y plásticos principalmente. En un pasillo, de plano, el montón de basura tapó el acceso.
Ya en la salida, la gente, antes de pasar a desayunar al pequeño mercado que se pone en la explanada, quiere pasar a lavarse las manos y hacer uso de los baños. Como de costumbre, se hacen largas colas para hacer uso de los mismos. Hombres y mujeres volvieron a sufrir como cada año por algunos de los baños descompuestos o inservibles.
“¿No se dará cuenta la autoridad de que, ante miles de personas que vienen al panteón cada año, esos baños son insuficientes y que necesitan estar al cien por ciento?”, dijo don Jesús mientras se lavaba las manos a un costado de este reportero.

: El acabose del Panteón Municipal se encontró en la explanada, donde decenas de personas, antes o después de entrar al mismo, desayunan, almuerzan o comen de lo que allí se vende en un ambiente insalubre.
: El enojo generalizado en el Panteón Municipal fue el robo de los floreros de las tumbas, lo peor de todo es que la sospecha recae en los empleados del mismo.

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