IMPULSO/ Edición Web
Madrid
Matthew McLachlan y Mark McLachlan, dos hermanos inventores, han dedicado cuatro años a crear un dado con interruptores, ruedecitas y botones que no activan nada:
están pensados para satisfacer la compulsiva necesidad que todos sentimos alguna vez de pulsar, girar, apretar o clicar sin parar solo por el placer de hacerlo. Varios estudios confirman que estos comportamientos mejoran la concentración y ayudan a reducir el estrés. Esta es la premisa en la que se basaron los hermanos McLachlan al registrar este gadget analógico —al que han llamado Fidget Cube— en Kickstarter, la página de crowdfunding donde ya han recaudado más de cuatro millones de euros, un 31.000% más de su objetivo inicial, que solo eran 13.300.
Para diseñar el aparato que les ha llevado a conseguir este éxito, los McLachlan solo tuvieron que fijarse en lo que estaban haciendo con las manos mientras pensaban en cuál sería su siguiente creación. Se descubrieron a sí mismos apretando sin parar el botón del bolígrafo o moviendo un pie compulsivamente, algo que casi todos hacemos de vez en cuando y que, para muchas personas, resulta “inexplicablemente placentero”. Entonces se propusieron descubrir cómo podían utilizar la tecnología de una manera simple para maximizar los efectos positivos que tiene toquetear cosas mientras estamos concentrados en otras tareas.
Según un estudio publicado por los psicólogos de la Universidad de California Roland Rotz y Sarah Wright en 2015, si algo en lo que estamos ocupados no es lo suficientemente interesante como para mantener toda nuestra atención, los estímulos motores adicionales que sean mínimamente estimulantes (como apretar un botón) permiten que nuestro cerebro se ocupe por completo y que nosotros mantengamos la atención en la actividad principal que estamos llevando a cabo.