Diciembre 23, 2024
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De adicto a adicto

IMPULSO/  Ernesto Salayandia García

El príncipe que se convirtió en sapo

Tiempos difíciles

Nos encontramos en plena decadencia del matrimonio, es un concepto el que pudiéramos considerar como el cimiento de la familia y el matrimonio tiende a desintegrarse, qué podemos esperar de la familia.

Yo me casé a los 19 años la primera vez, sé lo que es un divorcio y todos los daños que genera, sé de mis errores, de mis aciertos y ahora, tengo 20 años de casado, cierto, con muchos intentos de divorcio, con algunas separaciones cortas, otras prolongadas, pero al menos, solo por hoy, disfruto de una buena relación de pareja y tengo que ver las actitudes que dañaron mi matrimonio, mi vida en pareja, hablando de mí, de mi vida, no ha sido nada fácil, hoy poseo un gran tesoro, una experiencia que puedo usar para no repetir errores, aunque hay un dicho por ahí que dice y dice bien.

“El Hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra”, y dice también otro, “En la casa del jabonero, el que no cae resbala”. Quiero decir, que no es nada fácil llevar la fiesta en paz.

La comunicación es fundamental

Reconozco que mi talón de Aquiles ha sido la comunicación con mi pareja y es algo en lo que he estado trabajando desde hace mucho tiempo, y lo hago con honestidad, ya que reconozco que tengo muchos defectos de carácter que no aceptaba, que me ha costado mucho trabajo reconocer y cambiar.

Por ejemplo, soy infantil, inmaduro, hago berrinches, no sé pedir las cosas correctamente, sino es con enojos o reclamos, no sé escuchar, no tengo humildad, soy egoísta, solo pienso en mí y en mi beneficio personal, siempre quiero que todo giré a mi alrededor, y quiero que todo mundo baile al son que yo toco, además soy autoritario, tajante, no acepto mis errores, ni reconozco que me equivoqué, soy ese típico macho mexicano, tipo raro, aislado, seco, inexpresivo, incomunicado, agresivo, violento, merecedor, que no valoro, y todo lo quiero al instante, en el momento que yo digo.

Hace muchos años comencé a trabajar mis defectos en la comunicación, mis defectos de carácter, mis patrones de conducta negativos y mis actitudes nefastas, me enojaba y lo que hacía, permanecía en total silencio, me  aislaba de todos y de todo, me refugiaba en mí soledad y mi falso orgullo no me permitía pedir disculpas, mucho menos pedir perdón.

Los enemigos que lesionaron mi relación

Podría empezar por mis grandes mentiras, era el hombre más mentiroso del mundo, de una mentira me iba a otra, era para mí demasiado fácil mentir, engañarla, verle la cara, diciéndole que estaba en una parte y estaba en otra, siempre drogándome y alcoholizándome, me volví mitómano, le decía que iba a una cita y me encerraba en un hotel a perderme consumiendo drogas.

Todo esto me afectó enormemente en mi relación de pareja, me convertí en un tipo raro, distante, solitario, no me interesaba ni mi esposa ni mis hijos, mucho menos mi familia, tenía una manera rara y deprimente de ser y de vivir, no convivía con mi familia, perdí muchos años de poder disfrutar a mi esposa y a mis hijos, siempre los dejé abandonados emocionalmente, siempre se iba a fiestas o reuniones de amigos y familiares solos, porque yo siempre ponía pretextos para no ir con ellos.

En fin, fui un neurótico empedernido, golpeaba puertas, rompía objetos de la casa, y a mi esposa la empujaba, la estrujaba con fuerza, la insultaba, al grado que llegue a tratar de ahorcarla, siempre faltándole al respeto y agrediéndola física y emocionalmente, claro que yo llegué hasta donde ella lo permitió.

Los daños emocionales quedan para siempre

Estoy consciente de que fui llenando a mi mujer de resentimientos, de coraje, de decepción a través de los años, siempre tuvimos una relación neurótica, enferma, destructiva, cultivé con mis actitudes un matrimonio conflictivo, lo que generó un hogar disfuncional, cometí muchos errores, como el pelear con ella delante de mis hijos. [email protected]

: El insultarl a mi mujer en cualquier lugar y a toda hora y delante de quien fuera traía como consecuencia, una enorme carga emocional.

 
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