IMPULSO/ Leticia Burgos Ochoa
Novela “El sueño que no soñé”
América Pina Palacios, maestra, amiga y hermana del alma. Te agradezco la distinción de participar de nuevo en la presentación de tu novela “El sueño que no soñé”, en el Museo de Arte de Sonora, en Hermosillo, capital del estado.
Gracias América por dedicar tu obra “a todas las mujeres del mundo”, porque en efecto, como bien lo dices en tu dedicación, esa puede ser tu historia o la mía, es la historia de las mujeres en la modernidad y como en antaño.
“El sueño que no soñé” de principio a fin está preñada de realismo puro de la condición de las mujeres como incesante ha sido la violencia de todo tipo hacia las mujeres. En el México de hoy y de ayer cosificadas y ligadas a los más atroces estereotipos sexistas impuestos social y culturalmente. Es una novela realista como feminista.
“El sueño que no soñé” se enmarca en la literatura feminista porque desmenuza con una estética sin cortapisa la condición de las mujeres, el arrojo en Maty –protagonista principal– y de la propia escritora, América, para contar tal cual un testimonio novelado.
Donde el realismo y la búsqueda de sobrevivir y reconocerse se entrelazan como terca ha sido la liberación de las mujeres de los yugos y roles patriarcales. Abriéndose camino hasta gozar del sueño que no soñó Maty y también de América; topan por causalidad y no por casualidad en una terapia de autoayuda grupal de Alcohólicos Anónimos.
“El sueño que no soñé” es en realidad una contra narrativa de la novela moderna, de esa que a diario se encuentra en la esquina de los puestos de periódicos o en la TV, reproduciendo los roles de la supuesta naturaleza de las mujeres de sumisión y llanto.
Es una novela corta, amena y también desgarradora como es la vida de las mujeres que en un par de tardes de lectura podrás disfrutar de una narrativa singular. Un diálogo respetuoso entre amigas que se comparten quereres y saberes.
En mi paso por “El sueño que no soñé”, la equifonía y la equipotencia de la que nos habla Marcela Lagarde en “Las claves feministas para liderazgos entrañables”, se entremezclan en la pluma de América al narrar con rigor el sentir de Maty, de ella misma y las consejerías de ambas en sus encuentros de café, ese poderío vital del que habla Marcela, como el conjunto de poderes para la vida y el desarrollo, muy distante del poder jerárquico patriarcal que se padece en la modernidad. Eso nos regala América en su prosa.
Invito a leer “El sueño que no soñé”, pues es una reivindicación de las mujeres, entre mujeres y desde las mujeres, para el bien vivir de las mujeres.
América clasifica a su novela como testimonial. Es eso y más. Nos brinda un regalo de la literatura feminista en un estilo latino propio de la letra del sentir, del huir, de emigrar, de desear, de liberar, de transformar, de reformar y del procurar el bien vivir.
Una crítica a la narrativa del discurso androcéntrico nos ofrece “El sueño que no soñé”; en ella, las mujeres cuentan su historia, independiente de lo que pudieran contar los hombres.
La literatura feminista es una denuncia a la condición de opresión de las mujeres, pero sobre todo es una recreación, una propuesta alternativa a la opresión, es una constante lucha por la vida, por la igualdad en la libertad, esto es lo que encontré como joya literaria en el sueño que no soñé.
El anhelo libertario de Maty y de América es singular; es evidente en cada paso que Maty le cuenta de su vida a América y América lo relata con una prosa directa y liberadora sin tapujo alguno. Maty en su anhelo de dejar atrás lo que le causa dolor, traición y engaño desde la cuna y lo social impuesto, de forma controversial saca fuerza de sí misma, ese poder libertario del Ser para hacer por su vida.
Es una oportunidad para decirle a la maestra Clarissa que no está sola, que su causa es nuestra causa, es la causa de las mujeres por el ejercicio pleno de los Derechos Humanos: la libertad.
: Las mujeres conquistamos libertades cada vez que eliminamos opresiones, yugos, desigualdades y discriminaciones.