IMPULSO/ Herles Velasco
Más educación, menos silbatos
Primera Parte
El acoso a las mujeres, esa misoginia disfrazada de cortejo, es un problema que parece no tener fin; la misoginia en sus formas más claras: acoso, maltrato u odio; o más sutiles: desigualdad, cosificación o rechazo son toleradas y hasta promovidas por un amplio sector social.
Las medidas tomadas para proteger a las mujeres y fomentar la equidad muchas veces logran efectos adversos. Tener vagones de Metro, o cualquier otro medio de transporte, exclusivos para mujeres ayudan a evitarles pasar momentos desagradables, pero al final no atacan el problema de raíz. El gobierno es incapaz de crear una cultura de la equidad eficaz, segregar no crea conciencia y se convierte en una solución facilona; fomentar una cultura de respeto en todos los ámbitos de la vida requiere esfuerzo, y el gobierno prefiere evitar la fatiga. ¿Repartir silbatos? Van por el mismo camino, tener una forma de alertar que se está cometiendo un delito es algo positivo, pero no existen estudios ni se han hecho pruebas piloto para comprobar qué tanto ayudan a desalentar a los acosadores, ¿y qué pasa cuando una mujer alerte que está siendo acosada? ¿El ciudadano testigo podrá actuar? Lo único que se está fomentando de verdad es una paranoia entre géneros, y la falsa idea de que todos los hombres son potenciales victimarios y todas las mujeres víctimas.
Pero en este estancamiento para alcanzar la equidad, también las mujeres contribuyen, y no con poco. En Reino Unido, un estudio acaba de revelar que la mitad de los comentarios misóginos vertidos en Twitter provienen de mujeres. El estudio consistió en cuantificar, durante tres semanas, las veces que se utilizaron palabras indicativas de misoginia, filtradas a través de un algoritmo que identifica si dichas palabras tienen, en el contexto, una connotación agresiva. Según estimaciones basadas en el estudio aplicado al Reino Unido, en esas tres semanas 80 mil personas fueron víctimas de agresiones, y 200 mil tuis misóginos fueron esparcidos en la red social; el anonimato es, por supuesto, un aliciente para poder decir lo que sea sin tener ninguna consecuencia o castigo por ello. Twitter tiene aquí una tarea para aplicar de manera eficaz sus políticas de uso, que en el papel prohíben estas conductas.
En este país, en el que se asesina a seis mujeres cada día, y en esta ciudad en la que dos mujeres son violadas en ese mismo periodo, nos da a pensar que millones más sufren de acoso, ya sea en las calles y lugares públicos por hombres o en las redes sociales por hombres y mujeres por igual, es un indicativo del tamaño del problema.
Y si bien los gobiernos actúan con base en razonamientos claramente primarios no pueden excusarse en que no hay bases más inteligentes sobra las cuales basarse para atacar mejor el acoso y cualquier otro acto de misoginia. Enfocar esfuerzos en cultura y educación es indispensable, resolver las carencias o sustituyendo la cultura del respeto con la del miedo, la paranoia y la justicia por propia mano no va a resolver mucho.
@Lacevos