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IMPULSO/ Francisco Javier Estrada

Para estudiar un reglamento de cultura

Las tareas de un Director General del Instituto Municipal de Cultura de Tlalnepantla de Baz, como indica su reglamento Municipal son las siguientes según el artículo 3.17: “Mantener actualizado el inventario de bienes que constituyen el patrimonio arqueológico, histórico, artístico y cultural del Municipio y gestionar lo necesario para su protección y conservación”.

 

Aún no entiendo sobre qué cosa trabaja un Instituto Municipal de las Artes, si no tiene un largo listado de bienes muebles e inmuebles, si no sabe cuáles son sus artistas, intelectuales y científicos, sus académicos, que le dan la riqueza, que en el país de Japón o de Corea del Sur son llamados Tesoros Humanos, y que en el recuerdo del querido Maestro en Artes Plásticas, don Luis Nishizawa, hacía que viéramos lo mismo al mexicano nacido en Cuautitlán, México, que al distinguido en el Japón con ese nombre: tesoro humano que iba cuidado con amor y apoyo a sus proyectos artísticos.

Gestionar y proteger los bienes de un Municipio, así se convierten en una tarea de todos los días, de todas las horas. Pensemos en la riqueza que existe dentro del Museo-taller Luis Nishizawa, en la Ciudad de Toluca, para comprender lo importante que es el recuperar lo que los artistas hacen, lo que los intelectuales crean, lo que los científicos desde el laboratorio construyen.

Así, la Dirección de un Instituto tiene como tareas, en su Inciso tres, de dicho artículo —el 3.17— donde se dice: “Formular, implementar y evaluar proyectos y programas que permitan rescatar, preservar y fomentar el conjunto de bienes culturales tangibles e intangibles del Municipio a fin de propiciar el desarrollo integral de la cultura.” Tarea de lo más hermosa, pues da las bases para comprender que nada le es negado al ser humano.

Pues individuo que se coarta en sus relaciones culturales, en sus compañías de todo tipo dentro de las artes, es negarse a conocer lo mejor de su cultura y su tiempo. Para quienes vienen de lejos en sus estudios, es decir, los Renacentistas, todo es importante para el ser humano: naturaleza, humanismo, aquello que se ve, y lo que no es posible ver, pero que existe más allá de un presente, pasado o futuro.

Esto se complementa con la indicación del inciso Cuatro: “Promover en todo momento la participación social y la creatividad libre en las diferentes expresiones culturales y artísticas.” Nada que cierre la participación de los grupos u organizaciones artísticas o intelectuales.

Con una idea de que mientras más sean en el mundo de la cultura, más fuertes, con mayor cantidad de fortalezas y menos debilidades, por acciones facciosas o de clanes y tribus, muy dadas en la vida de comunidad o de pueblos y municipios.

Por eso es que en Tlalnepantla, la Presidenta Municipal ha expresado ese deseo de que todos “participen y todos aporten en las artes y las ciencias lo que tengan que decir, lo que tengan que proponer como Programa de Trabajo anual”.

En el Inciso Siete, aparece la propuesta que todo el mundo literario, o el intelectual y científico esperan. Para dar a conocer sus creaciones en poesía, cuento o novela, en ensayo o dramaturgia, así como en descubrimientos que dentro del Laboratorio son significativos, pero que deben darse a conocer a la opinión pública o al mundo de la academia: “Impulsar y apoyar la actividad editorial de artistas del Municipio”.

Mucho por hacer, pero sin duda, basado en el trabajo de equipo que al interior debe tener el Instituto de la Cultura, y en el sentido que todo proyecto que venga de fuera debe de ser apoyado,  con hechos significativos en la medida de las posibilidades que la realidad impone.

Cambiar poco a poco esa mala rutina que toca a todos, si no se pone uno listo, es decir, ese virus de la burocracia que hace pensar que dentro y fuera de la oficina nada se mueve.

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