EL MACHISMO ENRAIZADO EN ESPAÑA
Por Teodoro Rentería Arróyave
Para martes 18 de julio de 2023
Se inició “La Era Alcaraz”, con el triunfo épico del murciano, Carlos Alcaraz, muchos le apodan “el marciano”, por sus dotes deportivas “fuera de este mundo”, al derrotar en Wimbledon, a sus 20 años, al legendario Novak Djokovic 1-6, 7-6- 6-1, 3-6 y 6-4, en 4 horas 42 minutos en un intenso y emocionante juego. Carlitos llenó de gloria a España y al mundo hispánico del deporte blanco. El reconocimiento es mundial.
Desde siempre ha ganado la conseja de que el machismo es propio de los pueblos latinoamericanos y que hemos contaminado a los sajones de este hemisferio con este fenómeno social abrumador.
Por el contrario, otros sociólogos, han apuntado que este crimen que podríamos calificarlo de masivo es una herencia hispánica desde la conquista y hasta más allá de la colonia.
Las últimas noticias llegadas desde el reino español comprueban nuestro aserto, cuando todos los medios de la nación ibera e innumerables del mundo, nos dan a conocer la realidad lacerante sobre la violencia de género en España.
Todos lo sabían, sin embargo, en la “Manifestación del Día Internacional de la Mujer”, se destapó la cloaca
Estos son los datos que consignan los medios: “La violencia de género es una violación de derechos humanos. Según la Organización Mundial de la Salud, el 35 por ciento de la población femenina ha sufrido alguna vez en su vida violencia física y/o sexual de un compañero sentimental o violencia sexual de otro hombre sin esa relación; además, la violencia por parte de una pareja comienza muy pronto, ya que 24 por ciento de las jóvenes entre 15 y 19 años ya la han sufrido al menos una vez. Los hechos y cifras sobre las diferentes formas de violencia contra mujeres y niñas recopilados por ONU.
Pero existe algo, también muy grave, las llamadas víctimas ocultas, que no denuncian por temor a agresiones más crueles, inclusive el asesinato.
España afronta el problema de esta manera, según estadísticas: son más de mil asesinadas por sus parejas o exparejas desde 2003 a la fecha. De hecho, el registro oficial no recogía a otras víctimas que no mantenían una relación sentimental con su agresor, ni a las mujeres que sufrieron agresión sexual, ni a las que vieron destrozada su vida cuando sus parejas o exparejas asesinaron a sus hijas o hijos para causarles aún más daño, apenas desde 2013 se contabiliza el número de menores víctimas de la violencia machista.
El déficit estadístico del número de mujeres asesinadas por hombres que no son parejas o exparejas ha quedado corregido a partir de 2019, cuando empezaron a contabilizarse todas las víctimas de violencia machista, independientemente de su relación con el agresor.
Así lo acordó el Pacto de Estado en materia de Violencia de Género aprobado por el Congreso en 2017, que seguía las recomendaciones de 2011 del Convenio del Consejo de Europa sobre la Prevención y Lucha contra la Violencia contra la Mujer, conocido como Convenio de Estambul, que abogó por reconocer como violencia de género todo tipo de violencia ejercida contra las mujeres por el mero hecho de serlo.
A ello agregemos la violencia de género oculta en España; según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019 -cuya amplia muestra la convierte en uno de los retratos de situación más precisos-, el 11 por ciento de las mujeres de 16 y más años han sufrido a lo largo de su vida violencia física o sexual de sus parejas o exparejas. Ese porcentaje equivale a 2,2 millones de mujeres. Y la cifra llega al 24,4 por ciento, es decir, cerca de cinco millones de mujeres, que toma en cuenta a otros hombres agresores sin vinculación sentimental.
Algo que trastorna el espíritu, “La violencia vicaria”, la forma de violencia contra la infancia que, además, usa el agresor para castigar a la mujer haciendo daño a sus hijos e hijas.
Amnistía Internacional lleva años denunciando la persistencia de múltiples obstáculos para la protección e identificación de las víctimas, y subrayando que no basta con la legislación. Hacen falta recursos humanos y materiales para poner en práctica y evaluar -con la participación de víctimas, familiares y expertos en género-, las medidas legales, el funcionamiento de los juzgados especializados en violencia machista, la aplicación de los mecanismos de protección.
Indiscutible, hace falta la formación a todos los niveles para prevenir el maltrato institucional de las víctimas en ámbitos policiales y judiciales. Y hace falta concienciación social, un objetivo fundamental en el que los medios de comunicación podrían jugar un papel clave. Estamos listos en ese principio, simplemente humanitario.