Agosto 15, 2024
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IMPULSO/ Gabriela Cuevas Barrón

La impunidad, ¿destino de México?

La impunidad, o el hecho de no recibir castigo por las acciones cometidas, parece incrustarse con dolor en el paisaje nacional. La impunidad protege por igual a poderosos y delincuentes de banqueta, corroe lentamente la confianza del mexicano en sus instituciones.

 

El problema es que la impunidad no resuelve una inquietud de fondo, que es el anhelo de justicia. Simplemente pretende adormecer conciencias, apostando a que el tiempo cure heridas que, de suyo, son incurables. La impunidad descansa en la ineficiencia de dos sectores críticos del Estado de derecho: las instituciones de seguridad y las que imparten la justicia.

A pesar de su relevancia, la impunidad es un fenómeno poco estudiado a nivel global. No es sino hasta 2015 que se creó el Índice de Impunidad Global, que es el primer gran esfuerzo académico internacional que busca medir esta realidad por país, realizado por la Universidad de las Américas en Puebla. En esta investigación, México no sale bien parado: ocupa el penúltimo lugar de 59 países que cuentan con información estadística suficiente para el cálculo de este índice.

No cabe duda del esfuerzo que nuestras instituciones han puesto para que México alcance esa posición: a la impunidad que resultó de la masacre de San Fernando en agosto de 2010, la del incendio del Casino Royal un año después, la matanza de Tlataya en junio de 2014, la de los estudiantes de Ayotzinapa, los asesinatos del departamento de la Colonia Narvarte de julio de 2015, los muertos de Topo Chico de hace unos días, van sumando una serie de eventos que no se olvidan, pero que van minando los cimientos de la convivencia nacional.

Si a ello sumamos otros eventos sin muertes, pero no menos graves, como el hecho de que “El Chapo” se haya fugado sin que haya responsables, y que en su lugar se destinen todas las energías del Estado para perseguir a Kate del Castillo (a quien no estoy defendiendo, sino sólo señalando la desproporción de los recursos estatales dirigidos a ella, en lugar de a los verdaderos culpables de los crímenes cometidos por “El Chapo” Guzmán).

Triste orgullo ser el último de los países medidos del G20 en este Índice Global de Impunidad. Más triste aún estar detrás de países de la región como Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador o Panamá.

 
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