El jefe del contratista militar privado ruso Grupo Wagner retomó una estrategia recurrente esta semana: Arremeter contra los altos mandos militares de Rusia por los fracasos en la guerra en Ucrania. Eso es algo que sólo unos pocos pueden hacer públicamente sin enfrentar las represalias del Kremlin.
Los comentarios de Yevgeny Prigozhin pusieron en evidencia su larga enemistad con el Ministerio de Defensa.
Esta vez, sin embargo, las críticas llegan en un momento en que Moscú presumía de una inusual y muy necesaria victoria en la guerra de 15 meses en Ucrania, cuando Prigozhin y sus combatientes alzaron una bandera rusa en la ciudad oriental de Bájmut luego de una larga y sangrienta batalla.
Convirtió ese momento triunfal en una oportunidad poco después para quejarse de los fracasos rusos en Ucrania.
A continuación se ofrece un vistazo al papel de Prigozhin, de 61 años, y su Grupo Wagner en la guerra:
Usando un lenguaje directo y soez durante una entrevista en video de casi 80 minutos el martes a un estratega político pro-Kremlin, Prigozhin dijo que “de alguna manera nada nos está funcionando” en Ucrania.
Habló de la postura del Kremlin al comienzo de la guerra en febrero de 2022, cuando el presidente Vladimir Putin trató de justificar la invasión afirmando falsamente que se trataba de una campaña contra los “nazis”, a pesar de que el presidente de Ucrania es un judío que perdió familiares en el Holocausto y que encabeza un gobierno elegido democráticamente y respaldado por Occidente.
“Llegamos bruscamente (a Ucrania), caminamos con las botas puestas por toda Ucrania en busca de nazis. Mientras buscábamos nazis, eliminamos a todos los que pudimos”, detalló Prigozhin, citando retiros de áreas alrededor de Kiev y la ciudad sureña de Jersón.
Rusia no logró “desmilitarizar” Ucrania, uno de los objetivos planteados por Putin desde el primer día de la invasión, sino que convirtió al ejército de Kiev en “uno de los más fuertes” del mundo con equipamiento y entrenamiento de mayor calidad.
Prigozhin dijo que en Bájmut perdió alrededor de 20.000 hombres de su ejército privado.
Si la acusación de Estados Unidos es cierta, los intentos de Wagner por conseguir armas norcoreanas puede reflejar su disputa de larga data con los altos mandos militares rusos, que data de la creación de la compañía.
Prigozhin buscó recibir todo el crédito en enero por la toma de Soledar, una ciudad minera de sal de la región de Donetsk, y acusó al Ministerio de Defensa ruso de intentar robarse la gloria de Wagner. Se ha quejado repetidamente de que el ejército ruso no proporcionó a Wagner suficientes municiones para apoderarse de Bájmut y amenazó con retirar a sus hombres.
Los soldados que supuestamente eran contratistas de Wagner en Ucrania grabaron un video en que maldicen al jefe del Estado Mayor General del ejército ruso, el general Valery Gerasimov, y lo acusan de no proporcionar municiones.
Prigozhin también ha criticado al ministro de Defensa, Sergei Shoigu, acusando a los líderes militares de incompetencia. Sus quejas frecuentes no tienen precedentes en el sistema político estrictamente controlado de Rusia, en que sólo Putin puede hacer tales críticas.
El vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, dijo el miércoles que los comentarios de Prigozhin que critican la guerra “podrían ser una especie de forma morbosa de él… para recibir el crédito por todo lo que han podido lograr en Bájmut, pero también tratar de avergonzar públicamente el Ministerio de Defensa dado el costo que pagó con sangre y dinero Wagner y no el ejército ruso”.
Alguna vez una figura desconocida, Prigozhin ha elevado cada vez más su perfil público, jactándose casi a diario de las supuestas victorias del Grupo Wagner, burlándose sardónicamente de sus enemigos y quejándose de los altos mandos militares.
Cuando se le preguntó recientemente sobre una comparación que hacían los medios de él con Grigory Rasputin, el místico que obtuvo una influencia fatal sobre el último zar de Rusia al afirmar tener el poder de curar la hemofilia de su hijo, Prigozhin espetó: “No detengo la sangre, pero derramo la sangre de los enemigos de nuestra patria.”
Prigozhin fue condenado por robo y asalto en 1981 y sentenciado a 12 años de prisión. Tras su liberación, abrió un restaurante en San Petersburgo en la década de 1990. Fue entonces que conoció a Putin, quien fungía como vicealcalde de la ciudad.
Prigozhin usó esa conexión para desarrollar un negocio de catering y obtuvo contratos lucrativos del gobierno ruso que le valieron el apodo del “chef de Putin”. Más tarde se expandió a otras áreas, incluyendo medios de comunicación y una infame “fábrica de trolls” en internet por la que Estados Unidos lo acusó de intervenir en las elecciones presidenciales de 2016.