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RECONOCER EL CUIDADO COMO DERECHO HUMANO PERMITIRÁ VISIBILIZAR LA LABOR QUE HACEN LAS MUJERES

•             La magistrada Julia García González presentó la ponencia “La carga desproporcionada en las labores de cuidado como una forma de discriminación”.

•             Señaló que, de acuerdo con la ONU, la pandemia generada por el COVID-19 representó un retroceso de 10 años en cuanto a los logros de espacios públicos para las mujeres, pues debieron regresar a los hogares a cuidar a los demás.

Toluca.- Se debe reconocer el cuidado como derecho humano y el Estado debe proveerlo, ya que todas las personas lo requieren o requerirán alguna vez en su vida, y son las mujeres quienes en su gran mayoría lo proporcionan, limitando con ello sus oportunidades de desarrollo personal y profesional porque estas labores de cuidado no se les remuneran, explicó la magistrada Julia María del Carmen García González, ante personal de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM).

“Todas y todos somos personas sujetas a que nos deban cuidar, tarde o temprano en nuestra vida; el tema sexo-genérico ha atribuido esta dinámica de cuidado a las mujeres por vínculos de parentesco, básicamente”, explicó.

Al impartir la conferencia magistral “La carga desproporcionada en las labores de cuidado como una forma de discriminación”, en el marco del 30 aniversario de la Casa de la Dignidad y las Libertades, la directora nacional de Género de la JUFED, comentó que la gran apuesta es ver al cuidado como un derecho desde tres grandes posibilidades: derecho a cuidar, a que me cuiden y al autocuidado; mientras que la teoría feminista propone las 4 R para éste: reconocerlo, redistribuirlo con un marco jurídico y políticas públicas, remunerarlo y reducirlo.

La magistrada señaló la relevancia de asignar como naturales las labores del cuidado a las mujeres, pues ello deriva en una cadena de pauperización o empobrecimiento y precariedad, y cuando las mismas mujeres tienen la necesidad de gestionar el cuidado ya sea de los hijos o un familiar, por lo general lo hacen con otras mujeres, ya sea las madres, las abuelas, las tías, amigas o vecinas, lo cual muestra los eslabones de la feminización de la pobreza, siendo los más débiles y frágiles quienes están al inicio de la cadena productiva, que no tienen sueldo, seguridad social ni los mínimos insumos indispensables para vivir.