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IMPULSO/ Raúl Rodríguez Cortés

“Aguas”, que es la guerrilla

La sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), parte central de la disidencia magisterial congregada en la Coordinadora (CNTE), escaló hasta el boicot electoral su oposición a la reforma educativa.

 

Dos decisiones lo evitaron: el anuncio de la SEP, diez días antes de los comicios, de que suspendía indefinidamente la evaluación de los maestros (alma de esa reforma) y el despliegue de fuerzas federales para garantizar la votación, sobre todo en “focos rojos” como Oaxaca y Guerrero.

Un día después de las elecciones, el lunes ocho de junio, la SEP anunció la reanudación de los exámenes magisteriales. Explicó que se habían suspendido porque no se contaba con todas las instalaciones requeridas para llevarlos a cabo, razón que no se dio en su momento para no “meter ruido” al proceso electoral (¿?).

Nadie creyó la explicación del secretario Chuayfett, quien tuvo que “plantar cara” para justificar una decisión que él no tomó. La orden vino directamente de Los Pinos y fue operada por el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda, probablemente con la anuencia de su jefe formal, Miguel Ángel Osorio Chong, para desinflar, en lo posible, el amenazante boicot.

Recuperada así la iniciativa para negociar desde una posición de mayor fuerza, el Gobierno federal ha puesto un ultimátum a la CNTE: no habrá diálogo hasta que los maestros regresen a trabajar a las aulas.

Sin ánimo de justificar la estrategia violenta seguida por los maestros disidentes, es claro que “les dieron atole con el dedo”. Se sienten traicionados y buscan escalar una respuesta que anuncian será contundente y, por lo mismo, violenta.

Se esté o no de acuerdo con la reforma educativa y las otras llamadas estructurales, el Gobierno tiene razón al señalar que ahora son ley y que es su obligación hacerlas respetar. Lo que falta saber es si Peña Nieto tiene claro a qué se está enfrentando.

Lo que ahora ocurre con la Sección 22 de Oaxaca viene de tiempo atrás. El capítulo más reciente fue hace nueve años y sugiere la presencia del EPR, la guerrilla mejor articulada del país que, según se sabe, cambió su estrategia de lucha: no anuló la vía armada, pero se abrió a la creación de organizaciones de masas hoy movilizadas como “fachada” política, la CNTE entre ellas.

El 29 de octubre de 2006, después de cinco meses de un conflicto derivado de una pésima negociación salarial con los maestros de la Sección 22 y la abierta confrontación entre el gobierno de Vicente Fox y el de Ulises Ruiz, fuerzas federales, por momentos rebasadas, entraron al Zócalo de Oaxaca, rompieron las barricadas de la recién conformada APPO y pusieron fin a lo que muchos definieron como una insurrección popular.

La Sección 22, en efecto, fue punta de lanza de aquellas protestas que hicieron confluir en una sola organización, la APPO, a un buen número de entidades sociales populares oaxaqueñas que tomaron como bandera el derrocamiento de Ulises Ruiz, objetivo que estuvieron a punto de conseguir, pero que finalmente no lograron.

[email protected];@RaulRodriguezC;raulrodriguezcortes.com.mx

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