En un Londres que amaneció nublado, cientos de británicos desafiaron las bajas temperaturas y pasaron la madrugada al raso para tomar posiciones en torno a la ruta de la procesión. Minutos antes de que concluyera el funeral, el Reino Unido se sumió de nuevo en el silencio durante dos minutos. El servicio fúnebre concluyó con el himno nacional y una pieza interpretada por el gaitero oficial de la reina. El cortejo abandonó la Abadía a las 12:15, alumbrado por los primeros rayos de sol del día. Las salvas de cañones y las campanadas del Big Ben resonaron a cada minuto.
Encabezados por 200 gaiteros, más de 140 miembros de la Marina Real tiraron del carro con inmaculada coordinación a través de Parliament Square hasta la puerta oeste de la Abadía, cuyas campanas doblaron 96 veces antes del funeral, una por cada año de vida de Isabel II. Detrás del ataúd, como ya hicieran el pasado miércoles durante su traslado desde Buckingham a Westminster, caminaron el rey Carlos III, sus tres hermanos -Ana, Andrés y Eduardo- y sus hijos, Guillermo y Enrique. En esta ocasión, Enrique y su tío, el príncipe Andrés, tampoco lucieron uniforme militar al haber sido despojados de sus tareas como miembros de la familia real. La reina consorte, Camilla, la princesa de Gales, Catalina, sus dos hijos Jorge y Charlotte y la duquesa de Sussex, Meghan acompañaron también al féretro hasta el altar de la Abadía.
Durante la ceremonia religiosa que comenzó a las 11:00, el deán de Westminster, David Hoyle, expresó la gratitud de los británicos por el “sentido del deber” que demostró Su Majestad durante todo su reinado.