LA AMISTAD Y POR CONSECUENCIA LOS AMIGOS (III)
Por Teodoro Rentería Arróyave
Para martes 1 de marzo de 2022
TERCERA PARTE
Reanudamos la serie “La Amistad”, es decir la difusión del artículo correspondiente de la simbiosis que lograron las revistas “El Español” y “Cultura” de la autoría del colega madrileño Rafael Narbona Fernández del Cueto que titula “La amistad según Aristóteles” con el siguiente apóstrofe: “Sin amigos, nuestra existencia siempre estará incompleta, pero el afecto no debe oscurecer la pasión por la verdad”. Así continúa:
“‘La amistad no es solo necesaria’, puntualiza Aristóteles. Además, ‘es hermosa’.
Hay distintos tipos de amistades. Algunas nacen del interés, de la esperanza de obtener algún beneficio. En esos casos, se busca la compañía del amigo porque resulta útil o agradable. Aristóteles califica estas relaciones de amistades por accidente, porque en ellas ‘uno no es amado por lo que es, sino por lo que procura, ya sea utilidad, ya placer’. Tales amistades se disipan con facilidad. Basta que deje de advertirse placer o utilidad. Es lo que suele suceder con los jóvenes, que se hacen amigos rápidamente y se alejan de repente. A veces, un solo día es el escenario de esa historia de afecto y ruptura.
Frente a esas amistades, precarias y efímeras, la amistad de ‘los hombres buenos e iguales en virtud’ es duradera y sólida, pues el aprecio no se basa en algo accidental, sino en lo que el otro es en sí mismo.
‘La virtud es algo estable’, escribe Aristóteles, y produce beneficios mutuos: ‘Los buenos no solo son buenos en sentido absoluto, sino también útiles recíprocamente’. Esa clase de amistad exige tiempo. Tardamos en comprobar que una persona es digna de nuestra confianza. La amistad es un tapiz que se elabora lentamente, no algo que brota de forma espontánea.
Aristóteles afirma que la amistad entre malvados es imposible, pues ese tipo de hombres solo busca el beneficio propio. No son capaces de amar y no conocen la generosidad. No se fían los unos de los otros y prestan oídos a las calumnias.
Los hombres buenos -en cambio-, no se dejan contaminar por la maledicencia, pues confían en sus amigos. Eso sí, no son inmunes a la distancia y a la falta de trato, que diluyen los afectos. Aristóteles advierte que no es posible ser amigo de muchos. La amistad exige intimidad y esa experiencia nunca puede ser multitudinaria.
Solo debemos ser intransigentes con el mal. No podemos amar a los malvados
Por otro lado, la amistad solo es posible entre iguales. Un hombre y un dios no pueden ser amigos, pues no puede existir reciprocidad ni cuidado mutuo. La amistad con alguien malvado o indigno constituye una aberración, pues el mal y la indignidad no pueden amarse en ningún caso. Y si se hace, se corre el riesgo de acabar participando de ellas. Si descubrimos que uno de nuestros amigos es un malvado, debemos alejarnos de él, salvo que apreciemos la posibilidad de corregirlo. Para escoger un amigo, no es suficiente que no sea malvado. Además, es necesario compartir los mismos gustos y alegrarse por las mismas cosas. De no ser así, la relación sería penosa y conflictiva. ‘El amigo es otro yo’, escribe Aristóteles”. CONTINUARÁ.