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IMPULSO/ Raúl Rodríguez Cortés

¿Ha muerto la Constitución?

Hoy, cumple 99 años la Constitución política que nos rige. ¿Conservará el espíritu que le dio vida después de la Revolución? Dicen que sí los grandes jurisconsultos de este país, aunque cuesta trabajo creerles.

 

Y es que en casi un siglo de vida le han hecho 696 reformas, por lo que es tres veces más extensa que la elaborada entre el 16 de diciembre de 1916 y el 31 de enero de 1917, para ser promulgada el cinco de febrero siguiente.

Son muchas reformas que es razonable justificar si se asume que son producto de la necesidad de ajustarse al cambio de los tiempos, siempre y cuando prevalezca su esencia. De allí la insistencia de preguntar ¿conservará su espíritu?

Los constitucionalistas Diego Valadés y Héctor Fix-Fierro consideran que sí, pero que tantos cambios la han desfigurado.

De allí que propongan una revisión técnica y académica del texto constitucional para hacerla legible y reestructurarla. Sobre todo, Valadés no simpatiza con la idea de una nueva Constitución y propugna, desde el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, por una Carta Magna ordenada y consolidada que se haga pública dentro de un año con motivo de su centenario.

Pero los cambios constitucionales impulsados desde hace 30 años por los gobiernos neoliberales, tanto del PRI como del PAN, han conculcado, sin duda, derechos sociales fundamentales que la Constitución plasmó como reivindicaciones de los grupos que impulsaron la Revolución. Parece necio negar que no haya cambios que atenten contra el espíritu original de la Carta Magna. La propiedad del petróleo, el ejido, los derechos de los trabajadores y un larguísimo etcétera.

Por eso resulta pertinente recordar aquella pancarta que un cinco de febrero, pero de hace 114 años, apareció en las oficinas del periódico ‘El Hijo del Ahuizote’, en el número tres de la calle de Cocheras, hoy República de Colombia, en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México.

“La Constitución ha muerto”, denunciaba el letrero con que se recordaba un año más de la Carta Magna, pero la de 1857, también promulgada un cinco de febrero. Y Ricardo Flores Magón, recién salido de prisión, escribía tres días después, el 8 de febrero, en las páginas del histórico diario: “Doloroso nos es causar al pueblo mexicano la merecida afrenta de lanzar esta frase a la publicidad: ‘La Constitución ha muerto…’ ¿Pero por qué ocultar más la negra realidad? ¿Para qué ahogar en nuestra garganta, como cobardes cortesanos, el grito de nuestra franca opinión? Cuando ha llegado un cinco de febrero más y encuentra entronizada la maldad y prostituido al ciudadano; cuando la justicia ha sido arrojada de su templo por infames mercaderes y sobre la tumba de la Constitución se alza con cinismo una teocracia inaudita ¿Para qué recibir esta fecha, digna de mejor pueblo, con hipócritas muestras de alegría? La Constitución ha muerto y al enlutar hoy el frontis de nuestras oficinas con esta fatídica, protestamos solemnemente contra los asesinos de ella, como escenario sangriento al pueblo que han vejado, celebren este día con muestras de regocijo y satisfacción”.

Siete años después, estalló la Revolución.

t@RaulRodriguezC,

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raulrodriguezcortes.com.mx

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