Julio 16, 2024
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LA ESTRELLA DE MAR (Cuento)

José Avisay Méndez Vázquez

Director de la Compañía de Teatro del Colegio Argos.

El abuelo se detuvo en la esquina donde el semáforo ya marcaba el alto. Casi al mismo tiempo, una señora con un niño en brazos se acercó a la ventanilla. El abuelo metió la mano a la bolsa de su pantalón y sacó su cartera; tomó un billete y se lo dio a la señora. Al cambiar el semáforo, continuó con su camino.

—Es una lástima que siempre seguirá habiendo pobres —dijo David con un toque de sorna y mantuvo fija la mirada en su abuelo esperando su reacción.

El abuelo siguió conduciendo su auto y luego, como si sólo hablara para sí mismo, inició la siguiente narración.

“Desde la terraza de su casa de playa, donde el hombre adinerado tomaba su desayuno, observó por quinto día cómo a la misma hora, justo cuando el sol se asomaba por el horizonte, el intruso se metía en su playa y empezaba a regresar al agua las estrellas de mar que la marea había dejado sobre el arenal.

Al día siguiente ya no contuvo su molestia y bajó hasta la playa con la intención de confrontar al invasor. Observó cómo el ajetreado muchacho corría por la playa, recogía una a una las estrellas y las lanzaba de regreso al mar. Al ver que no representaba ningún peligro, se acercó a él y le dijo:

—Es una lástima que siempre será igual. Aunque vivieras cien años, cada día que regresaras a esta playa encontrarías que otra vez hay muchas estrellas de mar que la marea deja sobre la ribera. Lo que tú haces no puede cambiar esa situación; así que, ¿para quién puede ser importante que hagas lo que haces?

El muchachillo interrumpió su trabajo y lo miró a los ojos. Tomó una estrella que estaba a sus pies y la lanzó de vuelta al mar.

—Para ella fue importante.

Y sin decir más continuó levantando estrellas de mar y lanzándolas de regreso al océano.”

El resto del camino, David se mantuvo en silencio.