Carlos Heredia
Zubieta
El objetivo del desarrollo es hacer de nuestros países lugares
habitables, donde los ciudadanos puedan ganarse la vida con dignidad.
Se pensó que el Plan de Desarrollo Integral (PDI) México-El Salvador-Guatemala-Honduras
pudiera ser un amuleto contra la migración irregular. Atacar las causas de raíz
del éxodo tendría como resultado el abatimiento de los flujos hacia Estados
Unidos.
La propuesta de PDI estuvo a cargo de la Comisión Económica para América Latina
(Cepal), que advirtió que el objetivo del plan sería buscar el desarrollo
expresado en oportunidades de una vida mejor para las grandes mayorías de la
población, y no necesariamente frenar la migración hacia el norte.
Hay nuevo gobierno en Guatemala. El presidente Alejandro Giammattei tomó
posesión el martes 14 de enero. Estuvieron presentes en su toma de posesión sus
vecinos al sur, los presidentes Nayib Bukele, de El Salvador, y Juan Orlando
Hernández, de Honduras. No asistió su vecino del norte, el presidente de
México. Se hizo representar por el canciller Marcelo Ebrard, altos funcionarios
de la Cancillería y nuestro embajador en Guatemala, Romeo Armesto.
La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, presentó al presidente
guatemalteco el texto actualizado del Plan de Desarrollo Integral (PDI), que
busca estimular el crecimiento económico, promover acceso universal a los
derechos sociales, impulsar la resiliencia al cambio climático, y garantizar
los derechos durante todo el ciclo migratorio.
Vaya desafíos en una coyuntura que en los cuatro países está marcada por lo
contrario: economías que sirven sólo a un pequeño puñado de personas, violencia
sistémica y alta criminalidad, degradación ambiental, y una grave crisis
humanitaria por la separación de familias migrantes y la violación sistémica de
los derechos humanos.
De manera paralela, el gobierno de Trump presenta su propia propuesta,
denominada “América Crece”, que es un remake de iniciativas previas
con los consabidos programas de infraestructura, energía, construcción, etc., a
cargo de empresas estadounidenses y contratistas de su gobierno.
Termina un cuatrienio funesto. El gobierno del presidente saliente, Jimmy
Morales, es una “herencia maldita” y el acuerdo migratorio de tercer
país seguro con Estados Unidos “una manzana envenenada”, comenta el
politólogo y jurista Daniel Zovatto.
“Debió salir de noche, custodiado y en medio de insultos, pero la última
noche de Morales no significa el fin de una etapa oscura”, escribió el
periodista Gabriel Woltke en www.nomada.gt.
Sin embargo, no hay un nuevo amanecer en Guatemala.
Este nuevo esfuerzo de Naciones Unidas debe complementarse con definiciones de
los cuatro gobiernos respecto a cómo aterrizar en proyectos específicos. En el
caso de Guatemala no hay mucho lugar para la esperanza; el presidente
Giammattei ha puesto a las élites militares, empresariales y de las iglesias
evangélicas en la cima de su agenda, sintiéndose cómodo entre los sectores más
poderosos y conservadores de Guatemala (http://bit.ly/2TwfVcF).
Los cuatro países tendremos que hacernos cargo de las preguntas difíciles:
1. ¿Puede hablarse de cooperación entre países vecinos cuando cada gobierno en
lo individual adopta la política de control migratorio de Trump?
2. ¿Hasta qué punto la cooperación internacional, las fundaciones y la ayuda
bilateral estarán listos para contribuir dinero y otros apoyos mientras las
élites locales no asumen responsabilidad alguna?
3. ¿Cómo llevar a cabo la conferencia de donantes en Centroamérica cuando el
presidente de México ha indicado que no saldrá del país?
4. ¿Se puede tener bajo el mismo mando el control migratorio y la atención a
los desplazados?
Portugal toma por separado control migratorio e integración, aquí en México lo
juntamos.
Twitter: @Carlos_Tampico