IMPULSO/ Lorenzo Jiménez de Luis
El 25 de noviembre inician los 16 días de activismo contra la violencia de género que van del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos. Pero, ¿es este un problema de violencia o va más allá? Si consideramos que la violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres no es un hecho aislado sino una sucesión de actos de violencia ejecutados en todo tiempo y lugar para infundir terror, podemos concluir, sin género de dudas, que más que de violencia debiéramos hablar de terrorismo.
En todo el mundo y, desgraciadamente, México no es la excepción, estos actos de violencia se ejercen cotidianamente y cercenan los derechos de la mitad de la población tanto dentro de la familia y en el entorno del hogar; como en el espacio laboral y público.
En México, un 66.1% de los 46.5 millones de mujeres de 15 años y más ha enfrentado violencia de cualquier tipo y por parte de cualquier agresor alguna vez en su vida. Este dominio a través del terror ejercido por los maltratadores llega a tal nivel que provoca que las víctimas desarrollen un sentimiento de justificación de su victimario; en ocasiones las víctimas llegan a “desaparecerse” para sobrevivir. Ello constituye un atentado contra la dignidad y además las lleva a vivir en estado de pánico permanente.
Lo más trágico es que muchísimos de los casos anteriormente citados desembocan en feminicidio, la forma más extrema de violencia de género contra las mujeres. En México, el 23% de estos se convierten en femicidio, con 726 casos contabilizados de enero a septiembre de 2019, según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Si consideran que una trágicamente conocida organización terrorista de un país occidental, la cual estuvo activa durante 36 años, se cobró en el citado periodo 829 asesinatos, y, en México, por poner el ejemplo más cercano, los casos de feminicidio suman un total de 726 en sólo nueve meses; convendrán conmigo que a esta violencia extrema, irracional y desmedida también hay que llamarla, cuando menos, terrorismo. No hay solución fácil al problema ni mucho menos el que culmina en violencia feminicida. Sin embargo, hay acciones para erradicar esta lacra.
La primera es promover una educación libre de estereotipos y roles de género. Nacer mujer u hombre no debe determinar modelos de conducta o formas de ser.
La segunda es que los Estados asuman sus obligaciones generales de respetar, proteger, garantizar y promover los derechos de las mujeres, la igualdad de género, y empoderar a mujeres y niñas. También, es su responsabilidad que los presupuestos, además de sensibles al género, consideren los derechos humanos, para incidir positivamente en la vida de las niñas, adolescentes y mujeres.
Para contribuir a resolver esta enorme problemática, la Iniciativa Spotlight para eliminar la violencia contra mujeres y niñas de las Naciones Unidas; y, entre otra de sus agencias, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en México, busca profesionalizar al personal a cargo de atender estos casos, para evitar la revictimización y asegurar que las niñas y mujeres víctimas de violencia y/o feminicidio, y sus familias, accedan a la justicia y les sea reparado el daño.
La violencia contra mujeres y niñas es una realidad gravísima. Estos 16 días de activismo contra la violencia de género son una oportunidad para marcar un alto al terrorismo y hacer exigibles los derechos de las mujeres y niñas.
Desde el PNUD pretendemos, de la mano con el Estado Mexicano, ampliar los derechos de mujeres y niñas y mejorar así las condiciones de dignidad de la mitad de la población. Ello lo podremos conseguir con un sinfín de acciones, las cuales empiezan por llamar a las cosas por su nombre.
Twitter: @LorenzoJdeL