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Ciencia contra la violencia

IMPULSO/ Agencia SUN
CDMX
La escuchamos una y otra vez. La palabra violencia toma diversas formas en nuestro día a día, pero quizá su espectro más visible es el que deja un espacio vacío. Según datos del Estudio Mundial sobre Homicidios 2019, publicado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), alrededor de 500 mil personas mueren al año como víctimas de homicidios. Latinoamérica es la zona más peligrosa. El crimen organizado, la desigualdad social y el machismo son sus principales detonantes.
Feggy Ostrosky, directora del laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien ha estudiado el fenómeno de la violencia por más de 25 años, señala que para entenderla es fundamental diferenciar conceptos. “Es importante hacer la distinción entre agresión y violencia. La agresión es una respuesta que compartimos con otros mamíferos para poder defendernos. Está en el sistema biológico. La violencia es una agresión hipertrofiada, hay una intención de causar daño tanto físico como psicológico”.
Importante, el entendimiento
La especialista dice que la violencia es multifactorial, pero mucho tienen que ver el contexto y el aprendizaje. La violencia, especifica, puede ser primaria o secundaria. Esta última tiene diversas causas, por ejemplo ligadas a la depresión, a las personalidades limítrofes o al consumo de sustancias que desinhiben y evitan regular emociones. Si se detectan y atacan estas causas, se pueden controlar los problemas. Frente a la depresión, un medicamento puede aumentar la serotonina en el cerebro y ayudar a que la gente tenga más control. Al tener una cantidad exacta de neurotransmisores, se pueden modificar las causas de este estado.

Ciencia contra la violencia
En la violencia primaria se suman otras cuestiones. “Pueden aparecer trastornos de la personalidad como la psicopatía, que puede tener tanto un componente genético como factores medio ambientales”. Explica que también hay una sociopatía que tiene un componente claramente adquirido: una sociopatía cultural que se manifiesta en individuos que crecen en un medio ambiente que favorece que apaguen sus sentidos de empatía y compasión. “Esto pasa mucho en el país. La gente se identifica con el narco porque busca grupos sociales que percibe como gente con poder y recursos a los que busca imitar”.
¿Por qué es importante distinguir estos tipos de violencia? La respuesta es contundente: porque nos ayuda a desarrollar programas de prevención y políticas públicas. La psicopatía, este extremo de violencia que se refleja en individuos que no son empáticos, que tienen un trastorno al percibir las emociones y que utilizan a los demás para sus propios fines, sólo está presente del 1% al 3% de la población. “No todos están en la cárcel, pueden ser nuestros políticos, jefes o parejas. En los estudios que hemos hecho en las cárceles del país resultan cifras de alrededor de 25%. No todos los que están en prisión son psicópatas, pero es importante saber quiénes son y por qué están allí. Esto ayudaría a implementar programas de readaptación, nulos en el país”, subraya y enfatiza que más de 60% vuelve a delinquir y peor que antes, como parte de un modelo que no está concebido para readaptar, sino para aislar y castigar. Al final, el problema sólo se recrudece.


La especialista ha trabajado con más de 350 internos de alta peligrosidad. Con entrevistas y estudios ha hallado puntos en común, periodos críticos en niñez y adolescencia que se pueden usar para trabajar con poblaciones vulnerables. El primer periodo crítico aparece a los tres años, luego entre los seis y ocho. Finalmente, entre los 11 y 13, la toma de decisiones basada en emociones los lleva a unirse a pandillas.
“Desde mi laboratorio en la UNAM diseñamos programas de prevención con los cuidadores primarios para estos periodos críticos. Trabajamos en las escuelas para evitar la agregación en pandillas, pero no se trata de decirles ‘dile no a las drogas’, eso no sirve; se tienen que brindar estrategias de resilencia con programas de intervención eficientes. Tenemos todo que ofrecer desde la ciencia, pero el gobierno tiene que hacer su parte”.
El informe de la UNODC indica que el creciente número de jóvenes desempleados contribuye al aumento de crímenes violentos debido a la combinación de jóvenes sin perspectivas y bandas criminales dispuestas a reclutarlos. Ostrosky señala que está comprobado que si el gobierno invierte en capital humano en sus primeros años de vida, los resultados son mejores que si lo hace después.
“Como los gobiernos duran seis años, no invierten porque no van a ver frutos y no hay seguimiento. Lo que hace el gobierno es dar dinero, pero con mil pesos no se va a reinsertar a la gente en ningún sentido, hay que hacer programas de intervención y preparar especialistas. Nos llegan a buscar, pero no se implementa nada y la neurociencia tiene mucho que aportar en el tema”.
Visibilizar el problema
Pero no sólo las ciencias que se encargan de estudiar el comportamiento humano pueden ofrecer alternativas para identificar mejor el problema. En el Departamento de Probabilidad y Estadística del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS-UNAM), el doctor Carlos Díaz explica cómo la estadística puede brindar herramientas para abordar el problema, como los mapas de riesgo. “Se pueden contestar preguntas como en qué lugares hay un patrón de delincuencia y qué factores están asociados a la presencia de estos conglomerados de hechos delictivos”, comenta.

Ciencia contra la violencia
Explica que no se busca predecir dónde sucederá el siguiente fenómeno, sino cuáles son las áreas de mayor riesgo para que las autoridades puedan planear acciones preventivas, programas sociales o un ataque directo con operativos policiacos. Los números son un arma muy poderosa, pero es importante entenderlos para que no se malinterpreten, pues si un número sube o baja, no significa precisamente que hay un alza o descenso, en este caso, de una ola de violencia. “El comportamiento en la relación entre víctima y victimario en potencia crea variabilidad. La estadística es una rama de las matemáticas que utiliza la teoría de las probabilidades para incorporar esa variabilidad en modelos matemáticos que nos sirvan para detectar patrones”.
Díaz usa estas herramientas en un proyecto piloto en conjunto con la Universidad Jaime (o Jaume) de España. Él emplea información de la Procuraduría General de Justicia de la CDMX sobre hechos delictivos de los últimos dos años y su georreferenciación. El policía entrega el reporte con la latitud y longitud de donde ocurrió el delito y con las coordenadas de cada uno usan un método que se llama de procesos puntuales en redes lineales para detectar patrones y elaborar mapas. Este proyecto de análisis de delincuencia y factores de riesgo asociados abarca la CDMX, Barcelona y Londres. “Ya se tiene un documento científico sometido a una revista internacional para su arbitraje y se espera que cuando quede publicado sea de carácter público”. El especialista muestra en su computadora los mapas insertos en el documento. Para este trabajo se escogieron homicidios, violaciones y robos a mano armada.
Como son sólo los que tienen carpeta de investigación, se trata de una fracción de los que se denuncian y del total general, sin embargo permiten detectar el patrón y marcar las zonas de mayor concentración. En la CDMX se distingue un corredor de violencia que va del Aeropuerto hasta Tacuba, pasando por colonias como Morelos, Tepito, Guerrero, Péncil y Peralvillo. También se distinguen focos rojos para violación en el Bosque de Chapultepec e Iztapalapa. Los robos con violencia se dan en toda la ciudad con prevalencia en zonas comerciales. Esta información también le puede ayudar a las personas a identificar zonas de mayor riesgo. “En Londres, con estos datos, se busca realizar una aplicación que se llame ‘Ruta segura’. En España se ocupa para seguridad pública”.

Ciencia contra la violencia
Estas herramientas de frontera han sido usadas, por ejemplo, para detectar minas enterradas después de las guerras. “La ventaja de los métodos científicos es que una parte se puede usar simplemente para analizar los datos (ciencia de datos); mucha información sirve para hallar patrones, pero otra parte más importante es crear modelos”. Con ellos, explica, se pueden contestar preguntas específicas, como cuáles son los factores que hacen que los ataques sexuales violentos ocurran en determinadas zonas, que van desde el entorno social hasta el patrón de calles que permiten la mejor huida de un delincuente. “Con estas técnicas se podría incluso determinar qué tan grande va a ser la mancha de violencia en una zona, cuánto se va a expandir”, señala.
Las matemáticas permiten ver si hay azar o patrón, lo que da pistas sobre un mismo atacante. También ayudan a la ciencia forense a conocer la probabilidad de concordancia de un perfil genético. Díaz dice que si bien la estadística brinda una conjetura, está fundamentada, educada; mientras que de manera general las matemáticas ayudan a abstraer la realidad y ponerla en un lugar para pensarla de otra forma y luego regresarla a cuestiones de la vida real, a su lenguaje”.