Noviembre 24, 2024
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Democracia mexicana, ¿otra demolición?

IMPULSO/ Ignacio Morales Lechuga

A punto de cumplir un año en el poder, muchos mexicanos nos preguntamos qué frenará las desbordadas ambiciones del gobierno y de la 4T desplegadas para controlar todos los espacios tanto sociales como económicos y políticos, y centralizar las decisiones de toda la administración pública en un sólo individuo.
El tiempo pasa y las evidencias se acumulan, el único hilván que permite unir las piezas de nuestra realidad y explicarse hacia dónde va nuestro país es uno sólo: la demolición de la democracia y la instauración de una dictadura populista, una más en el escenario mundial de países que parecen haber agotado el modelo que funcionó hasta el siglo anterior.

La economía se encuentra estancada. El comercio reporta decrecimiento en las ventas (ANTAD). Si la población crece y la economía decrece, el resultado es mayor desempleo. ¿Dónde quedaron las promesas de 2018 de siete millones de empleos y un crecimiento de cuatro puntos en el PIB? ¿Dónde la tan mentada erradicación de la violencia? ¿Dónde está la defensa jurídica ante el poder de un simple memorándum que anula a la Constitución en aras de una idea muy particular de la justicia, “su justicia”? Robos, asaltos, secuestros y homicidios han roto el récord de gobiernos pasados.

A la oposición se le anula y deslegitima en el discurso. A los opositores, sean de la inclinación que sea, se les aplasta y denuesta.
El Estado había modificado su estructura para permitir la iniciativa social y al mismo tiempo construyó una estructura o andamiaje de instituciones autónomas, apartidistas, técnicas y de prestigio. Hoy eso “se acabó” con la destrucción de “facto” de cualquier posibilidad de incorporar criterios técnicos en las decisiones estratégicas del gobierno federal. Son incondicionales del Presidente, generalmente descalificados por su evidente desconocimiento de su materia quienes dirigen a los organismos autónomos constitucionales como la Comisión Reguladora de Energía, la Comisión Nacional de Hidrocarburos, la Comisión Nacional Bancaria.

Irán previsiblemente por el control del INE, órgano ciudadanizado con gran inversión de esfuerzo social y económico que garantizó el triunfo legítimo y legal del propio AMLO, y un órgano garante de nuestro sistema electoral en un país que careció más de 80 años de elecciones verdaderamente democráticas.

El cuestionamiento demoledor y constante del poder Judicial y a muchas de sus decisiones, es otra característica del populismo en el poder, que gusta colocar a los jueces como “enemigos del pueblo”. Hoy la Corte ya no tiene ocho ministros electos antes del presente gobierno; le restan siete, difícil contrapeso a excesos del régimen.

El juego está claro, la destrucción de comisiones legislativas en el Congreso abre el camino para hacer y deshacer en ambas cámaras, otra característica de las dictaduras populistas.
Las democracias disminuidas son el signo de hoy. En México sus expresiones están permitiendo la anulación del crecimiento a cambio de una idea falaz de desarrollo. La corrupción se oculta, la inseguridad se consiente (aún si los bebés pueden ser confundidos con narcos en los dichos de un secretario del ramo). Rudo y despiadado con los opositores internos, es obsecuente y casi incondicional de Trump, con una Guardia Nacional haciendo funciones de muro contra la migración.
Muchos queremos creer que hay tiempo para enmendar la ruta de gobierno, por evidentes que sean los peores signos de la misma y numerosas las voces que, sin restar mérito y pertinencia a los cambios, nos espanta la profundidad de los precipicios y la obstinación e impericia para evitarlos. Un año más así, es hasta difícil imaginarlo.