IMPULSO/ Cynthia López Castro
El lunes 30 de septiembre la SEP publicó en el Diario Oficial de la Federación las leyes secundarias de la contrarreforma educativa.
En la recta final del proceso legislativo, el gobierno se quitó la máscara y dejo ver con toda claridad lo que este cambio legislativo fue desde el primer momento: el pago de un favor político para sus clientelas electorales. La opinión de los especialistas es prácticamente unánime: se trata de una regresión educativa y una oportunidad perdida para sentar los cimientos de un proyecto educativo de Estado a la altura de las exigencias de nuestros tiempos.
La aprobación de estas leyes se dio en un Congreso sitiado por las huestes de la CNTE y atropellando el debido proceso legislativo (los dictámenes se dieron a conocer con menos de 48 horas de anticipación a su aprobación en el pleno, cuando el reglamento y la ley orgánica de la cámara estipulan que se deben dejar pasar al menos cinco días hábiles). Se atropelló también la división de poderes, pues de último minuto se palomearon en Palacio Nacional concesiones a las mafias sindicales que nunca fueron parte de la negociación en el Congreso. El vicio no está sólo en la forma, sino también en el fondo, pues estas concesiones de último minuto son abiertamente contrarias a la reforma constitucional aprobada en mayo pasado.
El saldo neto de este proceso desaseado incluye la restauración del control sindical sobre la vida de los maestros y la cesión de la rectoría del Estado en materia educativa, medidas de discriminación injustificables con el regreso del pase automático para las Normales y la desaparición de dos instituciones vitales para el sistema educativo: el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, que será sustituido por una Comisión con funciones descafeinadas y al servicio del gobierno, y el Instituto Nacional de Infraestructura Física Educativa, lo cual abre una ventana de riesgo muy preocupante para la seguridad estructural de las escuelas.
Lo que la CNTE gana, México lo pierde. No cabe duda de que se trata de una regresión puesto que se elimina de tajo la posibilidad de que las maestras y los maestros de México construyan su carrera con base en su mérito y se lastima el derecho de los niños y sus familias a contar con maestros evaluados y de calidad. Los maestros pierden libertad, los padres y madres de familia garantías de calidad y los estudiantes su derecho al futuro. Ganan la CNTE y los líderes sindicales, que recuperan el control corporativo sobre la vida de los maestros y la posibilidad de decidir discrecionalmente sobre nombramientos, promociones, cambios de adscripción y un largo etcétera para premiar a sus leales y castigar a quienes no se les cuadren. El gobierno cree que gana, pero se equivoca. ¿Cuánto pueden valer los miles de votos que están tratando de comprar comparados con lastimar el mejor interés de los niños de México?
Con las nuevas leyes educativas será más difícil promover cambios para que la educación en México mejore. El interés superior de la niñez se sacrificó en el altar de la conveniencia político-electoral. Con ello, la contrarreforma educativa condena a los millones de mexicanos que hoy están en las aulas a recibir una educación mediocre, particularmente en los estados más rezagados, que son justamente los que mejor educación necesitan. El daño será profundo, duradero y potencialmente incuantificable. La historia no los absolverá.