Julio 16, 2024
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Réquiem  por el Seguro Popular 

IMPULSO/ Gonzalo Vaca
Me siento obligado -usted disculpará respetable lector de IMPULSO- a referirme en esta entrega al moribundo Seguro Popular. Esta institución está en las últimas horas de existencia y ya nadie se atreve a darle la extremaunción. En nuestro país no existe una política de Estado en materia alguna y cada sexenio se inventa nombres, colores, logotipos, frases y tratan de establecer la marca del gobierno en turno; el branding le dicen.

Con apenas 15 años, tal cual adolescente, el Seguro Popular requería una mano firme en su conducción, luego de que se sabía que era objeto y sujeto de malas prácticas y arca abierta para el dispendio y la corrupción. No había claridad, trasparencia, ni rendición de cuentas. La opacidad era su característica.
A nadie le importaba si servía o no, era usado para fondear todo, menos la salud de los mexicanos sin seguridad social. Sí era popular, en el sentido de que era ampliamente conocido, pero al mismo tiempo casi nadie sabía para qué servía.
Desde su nacimiento, se sobrevendió al Seguro Popular como la panacea de que era la solución a todos los problemas de salud de los más desprotegidos y hasta se hicieron promocionales que anunciaban: “Ahora sí puedo dormir tranquila, porque ya tengo Seguro Popular”. Una falacia, tristemente.
Fueron dos administraciones panistas y una priísta las que fondearon a este sistema de salud con recursos por más de 70 mil millones de pesos anuales, con los que se atendía a casi 60 millones de personas.
En la práctica nunca fue ni seguro, ni popular, es cierto, pero era lo que los mexicanos sin IMSS, ni ISSSTE tenían como expectativa para recibir una atención médica o servicios de hospitalización.
En sus primeros 10 años, los gobiernos federal y estatales se dedicaron a inflar el padrón de afiliados, pues en función del número de pólizas reportadas a la Federación era la manera de recibir más y más recursos. En su tercera administración federal se iniciaron los cambios en materia de rendición de cuentas y transparencia. Se logró depurar el padrón y hasta se veía a una institución tan vigorosa, como noble. No fue suficiente.
La llegada de un médico a la dirección nacional del Seguro Popular fue un acierto. En un inicio se entendía la figura de los economistas, pero precisamente fue la frialdad de los números lo que aceleró su defunción. El único que diagnosticó acertadamente el tratamiento que requería el Seguro Popular fue Gabriel O´Shea; un distinguido médico que en sus tareas de servidor público, logró lo que parecía imposible: darle transparencia y certeza al manejo de los recursos. Con él acabó la discrecionalidad y el siguiente paso que concebía era el de mejorar la calidad de los servicios de salud que a esto también le entiende y mucho. No le dio tiempo. Tanto su llegada, como la evolución impulsada fueron tardías.
Los esfuerzos que se hicieron en los años recientes para reorientar el camino y recuperar algo de crédito fueron célebres, pero infructuosos. El destino del Seguro Popular ya estaba echado y más aún con la llegada del mesías de la Transformación. Fue ésta una de sus mejores banderas.
“Con nosotros habrá salud para todos” y acabaremos con eso que “ni es seguro, ni es popular”. Medicinas gratis para todos es lo que prometió y es lo que deberá cumplir. Nadie sabe cómo le van a hacer, pero ojalá cumpla su promesa ¡Por el bien de todos!
Surgirá el Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (INSABIN) que ojalá mantenga la esencia positiva del Seguro Popular. Ojalá solamente sea un cambio de nombre o de colores y al final los casi 60 millones de mexicanos con póliza del seguro popular sean acogidos en buen resguardo. El sueño de la salud universal parece lejano, más aún la fumada de tener un sistema de salud como los nórdicos.
El gobierno de la 4T debe ser muy cuidadoso en esta toma de decisiones. No vaya siendo que el remedio salga peor que la enfermedad. No se puede seguir jugando con la salud de los mexicanos, ni tampoco con la salud e las instituciones.
Posdata. En mi anterior entrega “A López Obrador, la Salud le da “Fuchi” del pasado 11 de septiembre de este mismo año, refería que el 2.1 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) destinado para 2020 a la salud pública de los mexicanos, corresponde al mismo presupuesto que destinaba el gobierno de EPN, lo que quiere decir que AMLO es igual o peor que su antecesor.
¿Sabrá el Señor Presidente de México que de los 332 mil millones de pesos que se canalizan al  ISSSTE,  el 75 por ciento se destinan al pago de pensiones?  Con el 25 por ciento restante poco o nada puede hacer una institución a la que se le muere su Director General por falta de protocolos y capacidad de respuesta ante una emergencia. Soberana soberbia de quien piensa que su dedito cambiará la triste realidad que se vive en el Sector Salud ¡Cuidado México!