Diciembre 24, 2024
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Cuentos Para Presidentes

IMPULSO/ Rodrigo Sandoval Almazán
Levanta Patrias#
La sala de conferencias es un lugar amplio pero no lo suficiente para la muchedumbre que aguardaba aquél discurso. Las butacas forradas de piel oscura, hombre y mujeres de trajes sastre se deban cita ahí. Los había de todos los partidos políticos, de todas las agrupaciones ciudadanas, grupos de ciudadanos que habían escuchado el rumor de aquella reunión.
Hay una enorme expectativa después del terremoto político que acababa de ocurrir en el país; después de las incontables muertes, después de la guerra de guerrillas que azotaba a ciudades y pequeños pueblos. De un descalabro económico tras otro. De ver derrumbarse una bollante a economía nacional a un país sumido en deudas. La esperanza rebota en todos los corazones.
De pronto, alguien toma el micrófono para advertir a los asistentes que ha llegado. La conmoción se escucha como un susurro que va cobrando fuerza conforme pasa el tiempo. Los que pueden toman asiento, los que están de pie se aprestan a escuchar. Las pruebas de sonido se escuchan: tic toc tic toc, probando.
Aparece.
Lleva unas hojas en la mano que coloca en el atril que tiene enfrente. Desde el último asiento de aquél auditorio se ve una figura diminuta: un punto negro apenas. Pero en realidad es un hombre de mediana estatura con traje sastre negro perfecto, camisa blanca y corbata a juego. No no es el presentador, es el levanta patrias, que comienza su discurso.
“Estamos en el punto cero de nuestra historia. Ha llegado la hora salir adelante ha recobrar nuestra nación perdida, nuestra patria derrotada, nuestros héroes que se revuelcan en sus tumbas por que nos arrebatado el país que construyeron…
Los asistentes se miran maravillados. Nadie ha hablado así en décadas.
“Yo les invito a hacer patria. Qué sus palabras sean bombas de destrucción masiva contra el régimen que nos ha robado, que los escuchen en las fábricas, en las escuelas, en los caminos y en las rancherías. Griten a todo el mundo que debemos despertarnos de ese sueño hipnótico en el que nos han sumido con su palabrería, con el control de los medios de comunicación, con las nuevas tecnologías.
“Hay una nación dormida que espera despertar” Sentencia y la gente se levanta en aplausos, los niños lloran y las mujeres han comenzado a gritar vivas. Los detiene con un movimiento de su mano, debe decir más.
“Qué sus voces retumben como cañones, que sus ideas de libertad, democracia, y paz salgan con fuerza de sus bocas, sean escuchadas y convertidas en realidad. Ha llegado nuestra hora de convertirnos en maestros de la palabra y decirle a todos lo que está pasando, que repliquen, argumenten con razones y con cifras lo que ha ocurrido. Que la verdad salga a relucir.
“Invito a los grupos políticos de cualquier denominación, a los partidos políticos que dejen a un lado sus berrinches ideológicos, su cerrazón moral más artificial que verdadera y salgan a luchar por su patria. Necesitamos romper el letargo, darle nueva vida al espíritu de la nación. Salgan, salgan a tomar las armas de la razón y la esperanza para hacernos surgir de nuevo.
“Salgan todos a las calles como predicadores en celo buscando nuevos adeptos, convenzan a todos los indiferentes, los distraídos, los perdidos. Llamen a los niños, a los jóvenes, a los viejos a todos a formar parte de esta nueva patria, sus armas son las ideas, sus cañones las palabras. ¡No vuelvan a pisar este suelo de no lograr la victoria o de morir en el intento!. Gracias”
El hombre se queda en silencio. Los aplausos no llegan. En cambio el grito: “Revolución” se alza en el fondo de auditorio y todos lo corean, ahora si llegan los aplausos, el júbilo. Ha resurgido la patria, de nuevo.
En medio de los aplausos la gente se ha puesto en pie. Los viejos políticos asienten entre ellos, de uno u otro partido han encontrado un punto de acuerdo. ¿Donde estaba este hombre? Se pregunta algún periodista perdido. Otro le responde: ¿Quién? ¿El levanta patrias?, no lo sé, surge uno cada cien años, dependiendo el país, ahora nos tocó a nosotros.
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