IMPULSO/ Francisco Suárez Dávila
El presidente López Obrador cumple su primer año de Gobierno con un amplio respaldo popular del 70%, en un año de claros y oscuros.
A nivel mundial presenciamos un verdadero “cambio de época” hacia autoritarismos y populismos con recesión.
En este escenario complejo nacional e internacional, AMLO se propone realizar la Cuarta Transformación. Deseamos éxito en lograr el cambio positivo necesario, pero en el primer año no parece que el “nuevo régimen” precise todos los contenidos, objetivos e instrumentos requeridos. Más bien hay inercias y retrocesos y puede producirse “una primera gran deformación”. La competencia es difícil con las otras tres transformaciones históricas:
1º. La política es la “Transformación” más avanzada, pero donde se dan las mayores “deformaciones”. Riesgo de un retroceso democrático que significa fortalecer el poder del líder sin contrapesos, ampliar su movimiento social de sustento, destrucción de los partidos de oposición, control del Congreso para legislar “ocurrencias”, debilitar el poder judicial y las principales Comisiones Autónomas, como la de Derechos Humanos, la Electoral, desprestigiar medios mediante auténticas purgas “mañaneras”, intentar cooptar al Ejército mediante negocios, desviación del laicismo juarista, debilitar al Estado de Derecho. Los índices de inseguridad alcanzan máximos históricos y el Estado pierde control de parte del territorio. Hay que darle el beneficio de la duda a la Guardia Nacional. Sí, la lucha contra la corrupción avanza a través de “procesos judiciales” a los casos más emblemáticos de Odebrecht y Estafa Maestra. En lo internacional se generó un gran problema migratorio. El poder político (¿casi?) se separó del económico, pero también de las reglas de una “administración pública” funcional, con áreas de ineptocracia.
2º. En lo económico, la 4T se propuso acelerar el crecimiento a 4%. Pero al primer semestre tenemos una “economía estancada” al 0%. Paradójicamente, ello se sustenta en la clara aplicación del “demonizado” neoliberalismo: equilibrio en las finanzas públicas, privilegiando la estabilidad de precios del Banco de México mono-objetivo, una apertura comercial siendo los primeros en ratificar el TMEC. ¡Reconociendo que esto nos ha salvado de una crisis financiera! Diálogo positivo con el sector privado. El Plan Nacional es un “manifiesto”. La inversión pública en infraestructura, motor fundamental, se ha desplomado (-15%), salvo grandes proyectos despilfarradores como Santa Lucía y Dos Bocas, que absorberán cuantiosos recursos. Es buen “cambio” impulsar el desarrollo regional del sur-sureste y acertado el Corredor Transístmico. Pemex peligra sin un buen plan de negocios que impulse la producción. Sin una reforma fiscal, la 4T carecerá de sustento.
3º. En lo social, parte fundamental de la 4T, persigue reducir la pobreza y combatir la desigualdad, sustentándose esencialmente, además de “símbolos”, en los grandes programas de jóvenes, el de adultos mayores y los apoyo a campesinos, a través de la siembra de árboles, y el de seguridad alimentaria. Esto se nutre de alrededor de 1% del PIB de ahorros, derivados de una feroz “austerocracia” digna de la Sra. Merkel, mucho de eficaces programas sociales cancelados: como Seguro Popular, Prospera. Se ejecutan mediante transferencias directas de un carácter marcadamente clientelar, relacionado con el nuevo modelo político de ampliar las bases populares. Esto es una deformación, la política social debe sustentarse en los ejes del Estado Benefactor, un sistema “reformado” de Salud y Pensiones para todos y un seguro de desempleo. El serio desabasto de medicinas refleja las deficiencias de la política de salud.
Deseamos a AMLO que pueda realizarse la gran 4T, con la oportunidad que brinda su gran base política. Pero, de no corregir errores, la historia acabará hablando de la “Primera Deformación” (1D).
Twitter: @suarezdavila