Noviembre 17, 2024
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Por qué le hacemos caso a AMLO

IMPULSO/ Paola Félix Díaz
Cercano el Primer Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, es necesario hacer un análisis de lo que ha sido su estrategia de comunicación y la construcción del mensaje que le han permitido mantener los mayores índices de aceptación ciudadana, una situación paradójica si se toma en cuenta el histórico nivel de desgaste de las instituciones públicas a nivel global.
Por principio de cuentas es necesario establecer que la estrategia de comunicación del Gobierno de México o lo que el presidente ha denominado la 4T (Gobierno de la Cuarta Transformación) es muy distinta a la propia comunicación política que López Obrador despliega y a la cual nos referiremos, por ser la que domina el espacio público.
Contrario a lo que sustentan ciertos comunicadores y especialistas en termas de medios, el gobierno de la 4T construyó y desarrolla una narrativa genuina y exitosa, respaldada por la mayoría de la sociedad que lo acepta a niveles del 65 por ciento y sobre la cual el presidente ha sido plenamente consistente, aunque a la vista de algunos críticos parezca una carencia de mensajes.
La existencia de una narrativa respaldada por la mayoría de la sociedad es por lo que el propio López Obrador decidió que él sea quien presente, explique, desarrolle, vincule y aterrice día a día ese mensaje de gobierno que, de acuerdo con las mediciones propias y de terceros todavía tiene mucha tela de donde cortar, es decir se mantendrá por mayor tiempo.
Los especialistas en mensaje y comunicación política llaman “lexis” al alma del mensaje sobre la cual se construye la narrativa, en este caso de la 4T.
Pero en la práctica, la lexis es esa base conceptual que, con un lenguaje llano, directo, genuino, define, en este caso, qué es y qué hace este gobierno respecto a los anteriores. Dicho de otra manera, es la identidad y la marca de la 4T.
Así, la narrativa exitosa aplicada se refiere acabar con privilegios y favoritismos, a barrer la corrupción, “como en las escaleras, de arriba hacia abajo”; no utilizar recursos del erario para pagar escoltas, choferes y hasta cirugías plásticas; “devolverle al pueblo lo robado” por políticos y gobernantes corruptos; que no haya aviones ni camionetas de lujo al servicio de funcionarios “que no tiene ni Obama” o la desaparición de la guardia presidencial de 8 mil elementos “porque quien cuida al presidente es el pueblo de México”.
La lexis o esencia de la narrativa de la 4T es: Un gobierno del y para el pueblo.
Y nadie más que el presidente para sustentar y defender la identidad-marca de la Cuarta Transformación, él que concibió y estructuró el proyecto y sabe la narrativa genuina que le permite un diálogo directo, ajeno a la burocracia comunicacional de las dependencias e instituciones, utilizando el estilo y la propuesta que quiere escuchar el pueblo y que redunda en una conversación nacional de su agenda, la que él pone todos los días sobre la mesa.
Estudiosos de la comunicación han advertido que en este nuevo paradigma de la comunicación gubernamental quienes resultan con un saldo negativo son las instituciones y sus titulares, porque su comunicación, cuando se dé, pasará irremediablemente por el tamiz presidencial, pero reconocen que la estrategia comunicación personal del Ejecutivo ha sido exitosa por tres razones:
Uno: establece la agenda nacional día a día, sin que haya grupos o sectores antagónicos que disputen esa posición; dos, genera una auténtica conversación a través de los medios de comunicación tradicionales y digitales, puesto que las 24 horas del día la imagen, la voz, la propuesta, la réplica y el análisis sobre AMLO están en radio, TV, web y redes sociales; y tres: hay consistencia y permanencia en la narrativa y el mensaje, por lo que a todas horas, todo el día se escucha decir lo mismo al presidente.
Para todo estratega de comunicación esas son las tres principales premisas que debe respetar y acatar un personaje que interrelaciona en el ámbito público, máxime cuando tiene responsabilidad de gobierno: Imponer la agenda; abrir y ser parte primordial de conversación ciudadana y ser consistente.
Los spots que ha comenzado a difundir la presidencia de la República con motivo del próximo Primer Informe de Gobierno son puntuales en seguir esas premisas, con un componente adicional, el elemento de la credibilidad.
Para que una narrativa sea creíble debe haber congruencia en la institución o el personaje que la sustenta. Buena reputación. Por esta razón, el mensaje que busca posicionar la Presidencia en el marco del informe de gobierno va en esa dirección: “Los compromisos se cumplen”, titulan en los videos de gobierno. De ahí la difusión de una amplia lista de cambios logrados en este primer año de la 4T, desde la puesta a la venta del avión presidencial, la extinción del Estado Mayor Presidencial, la eliminación de la burocracia dorada, el combate de funcionarios corruptos y la centralización de compras de gobierno para evitar que en el camino se robaran los recursos públicos.
En los spots se habla de la baja de impuestos en la frontera norte; el aumento a salarios mínimos, la eliminación de cacicazgos sindicales y la cancelación de programas asistenciales que servían para “picarle los ojos” a las personas pertenecientes a los grupos más necesitados, a quienes se les ofrecía apoyos económicos, se autorizaban, pero nunca llegaban.
Recientemente, en un seminario de Comunicación Política un grupo de expertos concluyeron que la narrativa de la 4T es como en cámara lenta, cambia muy poco o nada a pesar de diversas circunstancias; algunas otras opiniones fueron en el sentido de que la actual administración carecía de una estrategia de comunicación y todo lo centralizaba el Ejecutivo.
La realidad es que se trata de una estrategia de comunicación presidencial, repetitiva, consistente, generadora de conversación, y por lo tanto exitosa. Una narrativa de comunicación gubernamental que ha funcionado para posicionar la 4T y el cambio de régimen que representa.