Julio 16, 2024
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La amenaza de una espada de Damocles pende sobre los mexicanos

IMPULSO/ Gonzalo Vaca

Cuando AMLO llamó a su pueblo bueno a votar por los candidatos a diputados y  senadores del partido Morena, mucho se especulaba que desperdiciaba tiempo aire y pauta en medios para promover a los suyos. Algunos de los bisoños, decían que era soberbia; los más profesionales afirmaban que tenía el triunfo asegurado y que podía darse ese lujo y otros.

El día de la elección los bisoños  nos quedamos con la esperanza de que ocurriera un milagro. “Aunque gane la Presidencia, va a perder el Congreso”, escribíamos entonces. Y sí, fuimos sorprendidos (dicen que en política nunca hay sorpresas, sino sorprendidos) al enterarnos que el hartazgo de la ciudadanía, le daba a Morena un triunfo arrasador en todos los órdenes.

La aplanadora, el tsunami, mazazo y otros adjetivos más se utilizaron para calificar el resultado. AMLO y su Partido Morena, arrasaba en el congreso y alcanzaban  mayoría en las cámaras, con lo que los votantes le otorgaban -prácticamente- poderes absolutos.

La joven democracia mexicana logró resistir el impacto de las urnas, aunque quedó debilitada y esa fragilidad ahora está siendo muy bien aprovechada por el dos veces presidente: una auto nombrándose a sí mismo como legítimo y otra por la autoridad electoral legal y constitucionalmente establecida.

Hoy, se aplica la máxima de que el poder es para ejercerlo; luego entonces y con el voto popular bajo su mano y mando, AMLO tiene el control del Ejecutivo y el Legislativo con lo que puede hacer fácilmente “lo que le plazca”, incluso lo que “diga su dedito”; México transita a una forma de Presidencialismo a ultranza que tanto se cuestionó y combatió en el pasado inmediato.

El presidente López Obrador tiene control de las cámaras y algo más ¿Qué le falta por controlar?

Parece una pregunta simple, pero a la vez implica un alto grado de complejidad pues solamente le resta el control del Poder Judicial que siempre se ha caracterizado por su autonomía y hoy por hoy es el único contrapeso posible contra el autoritarismo.

Pero AMLO y los suyos ya decidieron que van por eliminar esa autonomía y más allá de sugerir, pretenden dar al traste con el último resquicio de democracia al proponer, desde el legislativo -a instrucción obvio- del ejecutivo, abrir un hueco que les permita incidir en la toma de decisiones.

El senador  Ricardo Monreal,  “socio de AMLO”, como se auto nombra en reciente entrevista publicada por el Financiero, presentó una iniciativa en el Senado para ampliar la cantidad de integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), porque “requiere una sacudida”, aceptó el morenista, antes perredista y priista.

Volviendo a los bisoños, pensaríamos que tiene el interés sano de fortalecer el combate a la corrupción, sin embargo, es común que MORENA y los suyos desprendan petulancia particularmente en contra del Sistema Nacional Anticorrupción, al que menosprecian y critican como solamente ellos saben hacerlo.

También en fecha reciente, se dio a conocer un desplegado firmado por diversas organizaciones civiles como Fundar, Causa en Común, México Evalúa, México Unido Contra la Delincuencia, entre otras, en el que se destaca que el planteamiento es una estrategia del partido en el poder para colocar perfiles afines en el máximo tribunal del país y así hacerse del control de este órgano.

Plantea, incluso, que la reforma podría cambiar la naturaleza de la Suprema Corte, ya que es un tribunal de control constitucional y no de legalidad, como son la mayoría de los de corrupción. Por lo mismo, hicieron un llamado a los senadores a no aprobar la reforma, a fortalecer al Sistema Nacional Anticorrupción e impulsar cambios que apuntalen la independencia del Poder Judicial, en lugar de socavarla.

De esto ya hay antecedentes en otras partes del mundo y los resultados han sido desastrosos para los pueblos que quedan tutelados por la voluntad de un solo hombre.

La sociedad civil, jueces y magistrados, entre otros, podrán enfrentar la madre de todas las batallas para atemperar el hostigamiento del poder presidencial, so pena de verse reducidos a la simpleza de recibir instrucciones como meros empleados del autoritarismo.

López Obrador y los suyos, siguen en su afán por destruir los puentes de diálogo, esenciales para construir y se da paso a la toma de decisiones de un gobernante que haciendo alarde de la legitimidad que le dieron las urnas, pisotea sin reparo y con descaro la legalidad.

Puede ser que el mesías haya llegado para quedarse y entonces sin que haya institución alguna que sirva de freno o contrapeso, la intransigencia y su dedo gobernante pueden convertirse en una afilada espada de Damocles que someta a las presentes y futuras generaciones ¡Cuidado México!