Diciembre 23, 2024
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Destino: México

IMPULSO/ Jesús Reyes Heroles
La última semana aumentó la tensión entre los gobiernos de México y Estados Unidos de América (EUA) debido a diferencias acerca de las acciones que se requieren en materia de migración, en especial de Centro América. Mientras no exista una política de población y de migración coherente, bien sustentada, y que concite el acuerdo de México y EUA, la relación entre ambos países no mejorará.
Dicha política habría de tomar en cuenta los siguientes hechos centrales. Primero, el presidente Trump mantiene su objetivo de reducir lo más posible la inmigración a EUA por su frontera sur, lo que atañe a mexicanos y centroamericanos. Segundo, el flujo de migrantes mexicanos hacia EUA ha disminuido. De 2012 a 2018, el crecimiento económico de México fue 2.6% anual, lo que permitió generar 3.8 millones de empleos “formales”, esto es, 633 mil por año. Ese número equivale a 80% de las 783 mil personas que se incorporaron cada año a la Población Económicamente Activa (PEA), incluso algunos inmigrantes. El resto, 150 mil, encontraron empleo informal y una parte emigró a EUA, con más dificultades, debido a las nuevas medidas para contenerlos, establecidas por el gobierno de ese país.
Tercero, por el contrario, la intención de migrar a EUA ha aumentado entre los centroamericanos, debido a la situación económica, política y de seguridad que prevalece en Guatemala, Honduras y El Salvador. Se estima que, anualmente, entre 400 y 500 mil centroamericanos cruzan por el territorio nacional con el afán de llegar a los EUA. Antes lo hacían sobre “La Bestia” y hoy “solidariamente” en caravanas. El gobierno de México sostiene que no les cerrará sus fronteras, si bien ha acentuado su rechazo a inmigración de otras nacionalidades, por razones de seguridad y riesgo por terrorismo.
Cuarto, la economía y las condiciones de vida en Centroamérica son los factores determinantes de esa migración. De 2012 a 2018, el PIB creció 3.4% anual en Guatemala; 3.7% en Honduras; y, 2.4% en El Salvador. Un estudio reciente señala que 25.5% de los jóvenes con edades de 15 a 24 años en los tres países referidos no estudian ni trabajan; además, que 67% de ellos vive en pobreza en Guatemala, 71.3% en Honduras; y 41.2% en El Salvador. De los migrantes centroamericanos que cruzan por territorio nacional 70.3% no tenía ninguna actividad remunerada en su país de origen (SEGOB, 2018).
La expectativa de acceder a un mejor ingreso en México se basa en que aquí el valor agregado por trabajador es mayor: 39,900 dólares PPP por año. Éste compara con 19,369 en El Salvador, 17,579 en Guatemala, y 11,887 en Honduras. Sin embargo, paradójicamente el salario mínimo en México es más bajo que en los tres países centroamericanos.
Deben señalarse otros motivos relevantes de la migración centroamericana hacia el norte: buscar refugio debido a que, en su país, estarían en peligro de ser perseguidos por diversos motivos o porque su vida, su seguridad, o su libertad se encuentran amenazados con la metástasis del crimen organizado. Sin embargo, el número de estos casos es relativamente menor.
Considerando todo lo anterior, es explicable que, en su intento por llegar a EUA, cada vez más centroamericanos quieran permanecer en México. En efecto, este país ya no es sólo de tránsito, sino cada vez más de destino. Es urgente reconocerlo y actuar en consecuencia, pues tiene profundas implicaciones económicas, políticas y sociales. ¿Dónde van a establecerse estos inmigrantes permanentes?, ¿cómo se documentará su estancia en México?, ¿incidirán en la vida política del país?, ¿cuántos y dónde podrán ser asimilados por la sociedad mexicana, sin generar conflictos o brotes de violencia? En 2016 se extendieron 35,900 permisos de residencia permanente y 52 mil permisos temporales, de los cuales, 24 mil fueron por motivos laborales. La tendencia va en aumento: el número de personas que buscaron asilo llegó a un máximo histórico con 8,700 solicitudes, comparadas con 3,400 en 2015, esto es 2.5 veces las del año anterior.
La opinión pública está distraída con los dimes y diretes entre los presidentes Trump y AMLO, sin poner suficiente atención al fenómeno de fondo: en migración, México ya es un país de destino y no se actúa en consecuencia.