IMPULSO/ Luis Ángel Sánchez R.
Columnista político
“¡…El amor es como la democracia…
…hay que hacerlo a diario…!”, dijo con ese fervor incendiario que le caracterizaba en sus discursos el icónico “Maquío”, ese personaje emblemático de las filas del panismo, en el México de los ochentas-noventas, que enalteció la “mayor valía” del conservadurismo político y moral mexicano.
De hecho, más allá de filias y fobias políticas, reconocer lo valioso de lo que nos rodea, del otro, de los otros y de “lo otro”, es un acto obligado no solo por ser de justicia, sino porque es un síntoma de salud mental y, hasta espiritual, y éste es el caso, puesto que en esa frase citada, “¡El amor es como la democracia, hay que hacerlo a diario!”, mucho del idealismo político más sublime se puede ver ya que… cómo hablar de política sin humanismo, cómo hablar de humanismo, de ese interés por el “interés de los humanos”, sin la política que concreta en realidades las ideas…?
En fin, con esta coincidencia de la celebración del “Día del amor y la amistad” (como cada 14 de febrero, desde que quien esto escribe tiene memoria), con el -mi- recuerdo de esa frase dicha por Manuel Cloutier, apodado “El Maquío” (francamente no sé por qué), surge la oportunidad para vincular estos conceptos, “amor” y “política”; uno como el material y el otro como la herramienta para conjugarlos y generar algo que sólo, desde una visión “visionaria”, fuera de lo “visionudo”, se podría imaginar algo así como “bien común”; lo que podría resultar de interés al considerar que el fin último y esencial de la teoría del Estado, del Estado mismo y de todas las instituciones formadas por el hombre para el hombre es, precisamente, el bien común.
En este contexto de la 4ª Transformación político-jurídico-social y, seguramente, cultural en México, con la llegada del “lopezobradorismo” al poder, bien vale citar estos conceptos para remodelarnos como nación…¿No cee Usted, amable lector?