Diciembre 24, 2024
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 Rescatar objetivos y corregir estrategias

IMPULSO/Jesús Reyes Heroles G.G.

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Aunque explicable, sorprende que grupos importantes de la sociedad que no votaron por el presidente López Obrador hayan cobrado conciencia de las causas más profundas que dieron lugar al trascendental giro que dio México a partir de la elección del primero de julio.
Se escuchan frases como “nos ganamos la derrota a pulso”, “debimos haber hecho algunos cambios hace muchos años”, “no quisimos reconocer la profundización de la polarización social en México”, “nos opusimos, incluso, a un aumento sostenible del salario mínimo”, “fuimos complacientes e incluso cómplices de una corrupción rampante”, “se fueron generando actitudes discriminatorias en muchos aspectos”, entre otras expresiones de reconocimiento.
El discurso de AMLO cuando rindió protesta como Presidente de México no trajo prácticamente nada nuevo. Todo lo que dijo lo había advertido, no sólo durante su campaña, sino incluso años atrás, pero el mensaje central fue muy potente: se acabó una era de la historia de México, describió su visión de país, y planteó 100 acciones que buscará instrumentar.
Se puede estar o no de acuerdo con su visión de país, y con las políticas que propone AMLO para remediar múltiples aspectos de la realidad mexicana. Sin embargo, no se puede dejar de reconocer que algunas son deseables, como objetivos, y otras adecuadas como estrategias. Giros de política similares a los que se iniciaron el primero de julio se observan en otros rincones del mundo. Esta misma semana en Francia hubo reclamos sociales y demandas muy similares a los de México. Se expresaron contra la profundización de las diferencias económicas y sociales en 2011, con acciones emblemáticas como “Occupy Wall Street” y nutridas por diversa literatura como la de Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI, 2013). También desembocó en que hoy el “Washington consensus” sea hablar de “crecimiento incluyente”.
Es paradójico que no haya nada nuevo en ese planteamiento desde mediados del siglo pasado, incluso en México. Recuérdese los planteamientos seminales sobre la inequidad en la distribución del ingreso de Ifigenia Martínez (“La distribución del ingreso y el desarrollo económico de México”, 1960, 1961, 1970), y obras de esta autora como “Política macroeconómica y bienestar en México” (1983), y “Política económica y desigualdad social: elementos de una estrategia para redistribuir el ingreso en México” (1985).
La evidencia histórica de México señala que el “crecimiento incluyente” no es compatible con inflación. Por eso, si bien no toma en cuenta que las economías global y mexicana de hoy son muy distintas (abiertas y globalizadas), es difícil estar en desacuerdo con el planteamiento nostálgico de AMLO de querer reeditar el “Desarrollo Estabilizador”.
El reto que tiene el nuevo gobierno es acuñar una versión actualizada y contextualizada de una estrategia económica que dé los resultados deseables del “Desarrollo Estabilizador”. Lo malo, lo grave es que no se identifican visos de que dicha construcción conceptual y política esté en curso.
En algún sentido, cuando se identifican algunas de las propuestas de AMLO que se consideran deseables, con las que se coincide, el problema surge con el cómo se propone lograrlo. Todo este planteamiento de ruptura con el neoliberalismo se ha llevado al extremo en donde parecería que hay un abandono del racionalismo, para entrar en un voluntarismo desestructurado. Un ejemplo socorrido es el desastre de Texcoco. Si el nuevo gobierno detectó corrupción, que persiga y castigue a los corruptos, y no que acabe con un proyecto tan relevante para el desarrollo de México como el aeropuerto. Otro ejemplo es plantear alcanzar equilibrio financiero exclusivamente a partir de restringir el gasto, y sin esfuerzos para aumentar los ingresos del Estado. Ese error lo cometió la administración pasada, y hasta ahora se perfila que ésta también lo hará.
¿Qué es lo que se quiere y cómo lograr esos objetivos? Pronto, el nuevo gobierno descubrirá que ese no es el camino para alcanzar sus objetivos, muchos de ellos benevolentes, y que, por el contrario, pueden poner en riesgo toda su gestión y el desarrollo entero de México.