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Cuentos para presidentes

IMPULSO/Rodrigo Sandoval Almazán

El día que llegamos al poder

En agosto de 1934 tomamos el poder. Después de un plebiscito ciudadano los alemanes eligieron Alemania para los Alemanes. Quiero una Alemania unida y porque me encuentro un desorden de país, había que tomar decisiones de control y organización inmediata, la única forma era a través del ejército, del uso de la fuerza para acabar con el caos. No lo hicimos por que quisimos, sino por qué había que purgar a las camisas pardas y convertirlas en un SS que supiera hacer las cosas con disciplina. Necesitamos fuerza, decisión, seguridad y para ello, sólo el ejército sabe hacer las cosas, tenemos la inteligencia y la fuerza de una gran nación, una posición geográfica envidiable al centro de Europa, lo único que faltaba era una idea que nos hiciera ser grandes, un dia que llego el día que tomamos el poder.

Zaikov me lo dijo: “Señor Gorbachov, ya es usted presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS jefe del Estado” sustituía yo a Andrei Gromiko. El dia que llegamos al poder: la perestroika apenas comenzaba, corría el 02 de octubre de 1988, el partido se desmorona, el país tiembla y Moscú está en efervescencia. Debo tomar el poder para evitar que todo se caiga a pedazos, que perdamos el control del ejército y de la economía.

Qué difícil y grande puede ser Rusia cuando la intentamos gobernar, pero el lastre de la historia es lo que nos pesa más para tomar decisiones y controlar a los cuadros políticos. No es la burocracia, no son los medios de comunicación que controlamos, es la historia la que nos controla y su peso es descomunal. Tenemos que cambiar a toda costa y regresar a la normalidad, antes de que caigamos.

El dia que llegamos al poder, la glásnost y yo, esa transparencia para demostrar que no éramos lo fuertes y poderosos que decíamos: la crisis que se avecinaba de no tomar el poder y negociar con los norteamericanos. Encontré un país en la bisagra de la historia entre la derrota del sistema y la posibilidad de salir adelante en lo económico y lo social: devolverle el poder al pueblo de Rusia, esa era la encomienda.

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El 01 de Diciembre de 1917 llegamos al poder; cuánto anhelaba la presidencia señores. El partido liberal constitucionalista me postuló para ocupar tan alto cargo de la República. Pero el día que tomamos el poder me encontré con que tenía al país dividido, todavía con muchas revueltas y caudillos, había que apaciguar a los revoltosos, terminar la lucha armada. ¿Cómo callar a Villa que se va a invadir a los gringos saqueado Columbus? ¿Cómo controlar a Obregón? La única respuesta es la constitución, el imperio de la ley. Había que pasar de ser el país de varios ejércitos por una sola nación, un sólo mando, un sólo ejecutivo. Qué trabajo me costó hacerlos entender esta idea. No era para menos, la desconfianza de todos contra todos imperaba en cada rincón. A mí mismo me trajeron a salto de mata en ferrocarril y con la hacienda pública entre las manos para pagar a los soldados y mantener lo poco que hay del estado que nacía. Quién lo dijera, no me salvaron ni las leyes ni los hombres, sino la mala suerte de matarme sin lograr controlar al país que tanto amaba.

Ese día que llegamos al poder también encontramos tirado al país. Se olvidaron de la seguridad y dejaron pasar miles fechorías: el crimen organizado tenía carta blanca para hacer lo que quisieran. El petróleo era un caos. Todo era simulación, una mascarada mediática y artificial de pequeños logros que ocultaban el desastre. Apenas encontré un escritorio reluciente y vacío, una silla mullida pero apestosa, ventanas sucias, la oficina presidencial intocable, como si nadie hubiera pasado por ahí. Una sala de juntas que brillaba de limpio pero que olía a corrupción y componendas. Unos minutos bastaron para ver qué había escaseado la inteligencia, la cordura y el profesionalismo, pero había demasiados secretos, demasiada política y pocas acciones.

Al revisar las cuentas guardadas sólo para conocerlas en esa fecha y revolver cajones y archiveros buscando documentos, nos dimos cuenta de que nos habían dejado otro país diferente al que conocíamos. Los retos vendrían más adelante para acomodar las cosas y tomar otras decisiones. Un país con todo para crecer: leyes, sistema político, estabilidad, riqueza, posición geográfica envidiable, un camino para seguir, a partir de este día el cambio de régimen llegó a México. La historia nos juzgará ahora.